Esta situación excepcional provocó que se plantearan algo nuevo. Algo que, como ellas explican, “no es el resultado de la negación de un carisma radiante como el de san Francisco y santa Clara”, pues consideran que “el franciscanismo ha sido la cuna en la que Dios ha querido que surja una nueva forma de vida”. “No se trata de una negación, sino de la afirmación y acogida, en obediencia, de un designio de Dios sobre la vida de esta comunidad, que se perfilaba como una vida contemplativa que se hace presencia y testimonio”, reiteran.
Reconocen asimismo que ha habido voces “no siempre afectuosas ni respetuosas, pero también sencillas y desconcertadas” que no entendían lo que sucedía. “Hemos sentido siempre un vivo dolor al oír que hacíamos mal y hasta traición a la Orden por secundar la llamada a una vida que no observaba estrictamente la Regla de las Clarisas. Incluso algunas voces que decían que no éramos clarisas, eran las mismas que nos pedían a la vez que enviásemos hermanas a sus conventos”, lamentan.
El punto de inflexión del proceso fue la adquisición del convento de La Aguilera y el traslado de parte de las religiosas hasta allí constituyendo una sola comunidad en dos espacios diferentes y con un gobierno único y una única casa de formación. El Vaticano accedió, pero tanto el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, Franc Rodé, como el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, les pidieron que aclarasen la forma de vida que querían seguir.
Aunque con esta nota han aclarado muchas de las dudas que se cernían sobre esta nueva fundación, otras quedan sin responder. No hay respuesta a la vinculación con nuevos movimientos o a un excesivo sentimentalismo, según explican a Vida Nueva fuentes expertas. Precisamente, estas mismas fuentes, que visitaron recientemente al convento burgalés, explican que “‘Iesu communio’ es un camino que parece poco nuevo, con mucho sentimiento y que, sobre todo, necesita el tiempo de la purificación, el mismo que la órdenes y congregaciones han tenido que pasar para ver si eran de Dios”.
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El decreto de aprobación del instituto tiene unos aspectos principales, entre los que destaca que la madre Verónica María Berzosa es reconocida como fundadora y confirmada como superiora general. Además, se declara extiguido el monasterio autónomo de la Ascensión de Lerma, y la Santa Sede dispone que su patrimonio, activo y pasivo, pase al nuevo instituto.
En cuanto a las religiosas, las que ya han hecho su profesión solemne o temporal en el monasterio extinguido conservan el mismo estatus, mientras que con el resto de religiosas se procede análogamente. Las que por ancianidad, salud u otros motivos fundados así lo pidan se les concede el indulto especial para seguir siendo clarisas sin tener que pasar al nuevo instituto o a otro monasterio. El arzobispo de Burgos será el que vigile y cuide la vida del nuevo instituo por un periodo de cinco años.
En el nº 2.736 de Vida Nueva.
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