En sus palabras, el Santo Padre alentó a los peregrinos a volver a sus lugares de origen “gozosos y agradecidos”, convertidos “en mensajeros alegres y confiados del Cristo viviente, que es bálsamo para nuestras penas y fundamento de nuestra esperanza”. Hizo también una apelación al valor europeísta del hecho jacobeo (“que su luz se perciba igualmente en Europa, como una invitación incesante a vigorizar sus raíces cristianas y así potenciar su compromiso por la solidaridad y la firme defensa de la dignidad del hombre”), así como un llamamiento a los jóvenes para encontrarse con él en agosto en Madrid, para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.
Distinta presencia de políticos
En su homilía, Julián Barrio, al que acompañaban el resto de obispos de Galicia y un buen número de sacerdotes, aludió a los miles de peregrinos de todo el mundo que habían llegado hasta la Casa del Señor Santiago para confesar su fe en el Dios Trinitario: 270.818 según los datos oficiales facilitados por la Oficina Diocesana de Peregrinaciones, es decir, todos aquellos que han obtenido la Compostela, una cifra que se dispara hasta cerca de 10 millones cuando de visitantes y turistas hablamos, según los datos oficiales ofrecidos por la Xunta de Galicia.
Volviendo a la misa de clausura, Julián Barrio, visiblemente satisfecho, manifestó en su intervención que “la fidelidad y la misericordia de Dios han aparecido realizando la salvación de manera providencial en este Año de gracia”. También señaló que la Iglesia compostelana ha intentado acoger a esa inmensa marea humana de la mejor manera posible, con el objetivo último de facilitar su encuentro con el Señor.
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