Un libro de Adolfo González Montes (BAC, 2010). La recensión es de Josep M. Rovira Belloso.
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Teología fundamental. De la revelación y de la fe
Autor: Adolfo González Montes
Editorial: BAC
Ciudad: Madrid
Páginas: 1.128
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(Josep M. Rovira Belloso) Me ha pasado con este gran trabajo algo parecido a lo que me ocurrió con su Fundamentación de la fe (1994). No entré en plena sintonía con ésta hasta que descubrí que el punto de vista de Adolfo González Montes era semejante al de Karl Rahner. Fue como encontrar una llave universal.
Ahora, encontré dificultad en las páginas introductorias del prólogo. Pero, en seguida, estudié la estructura del libro y sus contenidos: unos temas, tratados en profundidad, que me iban resultando familiares, tales como la revelación del Antiguo Testamento, la Cristología fundamental, con las cuestiones estelares de los títulos de Cristo, su mensaje y los milagros; todo ello culminando en la Resurrección como fundamento objetivo de la fe cristiana. Todavía había lugar, en las últimas doscientas páginas de un libro de más de mil, para la serie de cuestiones de eclesiología fundamental, en las que la Iglesia aparece como actualizadora de la Revelación de Cristo. Ésta es la estructura del libro, y ahí empezó a hacerse la luz.
¿Cómo se estableció la empatía con el pensamiento del autor? Lo podría decir de un modo agresivo, pero muy sugerente: podría decir que me di cuenta de que el autor sabía demasiado. Pero lo diré de forma más académica:
a) El autor conoce muy bien los manuales clásicos, y los supera en un doble sentido: su libro reconoce los límites y los malentendidos de lo que Rahner llamaba “la teología de los manuales” y, además, el libro de González Montes no es en absoluto un manual destinado a la formación de los estudiantes de teología. Es una reflexión teológica de envergadura.
b) El autor es un ecumenista y conoce muy bien a Lutero y a los teólogos contemporáneos, desde Barth y Bultmann hasta Moltmann y Pannenberg, así como a los diversos grupos de teólogos católicos del siglo XX, todos bien etiquetados: los “grandes” (Rahner, Von Balthasar, Ratzinger, Kasper); los teólogos de la nouvelle théologie (Congar, Daniélou, Chénu); los teólogos de la liberación, con Jon Sobrino…
c) Entonces, el autor reflexiona sobre la revelación. Pero en el centro mismo de los temas que he anunciado coloca la historia de la controversia del siglo XX y contemporánea, especialmente la que aporta la teología protestante a partir de Bultmann y de Barth, dos ejes importantes para la fundamentación de la fe: existencial y desmitificador, el primero; y apoyado en la Palabra de la revelación que es Cristo, el segundo.
Pondré un ejemplo de este proceder: se parece a la técnica del novelista que introduce avances y retrocesos, con cambios de enfoque, en el curso de la acción narrada. Así, ya en el capítulo primero, González Montes, en el tema de la revelación en el Antiguo Testamento, introduce un sutil debate entre Von Rad y Rendtorff, por una parte, y Zimmerli, por la otra, acerca de la palabra de la Revelación: ¿se introduce de lleno en la historia o la trasciende? Sí a ambas cosas, sería la respuesta. El capítulo segundo muestra aún más claro el proceder del autor: él siente la necesidad de crear un largo paréntesis filosófico-teológico en el que hay lugar para el tema muy bien tratado del conocimiento trascendental y categorial, con Rahner como protagonista. Pero, en seguida, González Montes abre un nuevo tema: la relación entre filosofía y teología, lo cual nos lleva a Anselmo de Canterbury, al siglo XII. Todo un viaje a través de la “teología diacrónica”, es decir, de la teología a través de la historia, que forma un pensamiento coral y, de algún modo, unitario, bien conocido por nuestro autor.
Por eso, cabe hablar en González Montes de teología a la tercera potencia: la primera es su propio pensamiento teológico, que, a menudo, hay que buscarlo como un contrapunto ante las posturas de los autores citados; o a las de Francisco Suárez (s. XVII) por lo que se refiere a “lo sobrenatural”; o a Torres Queiruga en la cuestión de la Resurrección. El segundo nivel teológico es el debate actual sobre cada tema, muy parecido a un boletín bibliográfico de gran alcance y exactitud por lo que se refiere al pensamiento de cada autor. Por último, hay un tercer nivel, que es la inmersión de González Montes en la tradición católica, de la que sería un buen ejemplo la p. 879, con su adhesión a la fórmula del papa Ratzinger: “La ‘cristología [explícita]’ está presente en todas las palabras y obras de Jesús”.
Para aquellos que pudieran sentirse incómodos con un libro complejo de alta teología, que valora y discierne seriamente el quehacer teológico, diré que no hay que incomodarse, porque –mientras tanto– creemos en Dios, en Cristo y en el Espíritu Santo. Ocurre como con un investigador que hace un estudio sobre la respiración, pero ha de aceptar que, mientras él investiga, la gente respira.
La fecundidad de este libro consiste en que mueve a pensar y a interpretar. ¿Qué he interpretado yo?
1. La revelación es algo que viene realmente de Dios: de Dios Padre, Océano infinito del Amor que nos atrae; del Hijo Jesús, Palabra de Dios que nos llama e impulsa, muerto en Cruz y Resucitado, para darnos el Espíritu de santificación que viene a comunicarnos la vida de Dios que es amor. La revelación cristiana es trinitaria y cristológica.
2. La revelación tiene dos fases: Dios desde su ocultamiento se comunica mediante Cristo. Después, nosotros, en el Espíritu, advertimos su paso. Advertimos que aquel signo, aquellas palabras, aquel texto, aquel “Hijo del hombre”, en verdad revelaban a Dios.
3. El hombre es apertura hacia Dios: capacidad de Dios, en sentido agustiniano-tomista; apertura trascendental a Dios, en sentido rahneriano.
Este libro no es un manual, sino una obra muy seria de información y de consulta.
En el nº 2.736 de Vida Nueva.