(Juan Rubio)
Ha sido un buen regalo navideño. La versión oficial de la CEE de la Sagrada Biblia está en la calle después de largos años de trabajo. “La Vulgata española”, hay quien le dice ya a esta versión elaborada por un elenco de estudiosos, algunos ya fallecidos, otros en tareas distintas, la mayoría en el ejercicio del estudio bíblico y exegético, y otros que no han visto su trabajo publicado, como es el caso de los Salmos o El Cantar de los Cantares. Quedan para la historia otras biblias clásicas.
Como las de Scio, que adorna anaqueles de bibliófilos; o la de Torres Amat y sus ilustraciones de Doré; la de Nácar-Colunga, la Biblia de Jerusalén, la de la Casa de la Biblia, la Biblia del Peregrino, o la Nueva Biblia Española de Schökel y Mateos.
Una nueva etapa empieza con esta edición, llevada a cabo con acierto por la BAC, a cuyo frente está Jorge Fernández Sangrador, y que se abre con un motivo pictórico del Beato de Facundo, procedente de un lujoso manuscrito del siglo XI que se custodia en la Biblioteca Nacional. Sale en un momento oportuno tras la publicación de la Exhortación Apostólica Verbum Domini, de Benedicto XVI.
A nadie debe extrañar esta versión oficial, pero sí extrañaría que se pusieran en entredicho otras versiones, pese a llevar el nihil obstat. Como ejemplo, baste decir que en Italia, desde los años 60, existe una versión oficial que en nada ha impedido otras versiones. Los obispos españoles entendieron que había que acelerar un proceso estancado y, desde 2008, tras la instrucción pastoral La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, aceleraron su edición.
Pocos quieren opinar sobre la obligatoridad de su uso en la liturgia o catequesis. Los obispos tuvieron muy en cuenta la sugerencia de la Constitución Apostólica Scripturarum Thesaurus, de Juan Pablo II. Algunos de los que han participado, aun reconociendo la necesidad de la versión oficial, prefieren silenciar su opinión sobre la “obligatoriedad”.
Hay quien, refiriéndose a su aportación a la Lengua, dice que este trabajo “se inserta en el acontecer de una lengua universal, como es el español, en cuya propia entraña late y habla el Verbo de Dios”. Carlos I dixit: “Para hablar a Dios, en español, que el alemán es lengua de caballos”. Me gustaría un día saber qué piensa al respecto el ex sacerdote y ex director de la Real Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha. Precisamente él, otro asturiano de pro, que tanto esfuerzo puso para establecer criterios comunes en gramática y lenguaje con los países de Latinoamérica. No sé si se ha tenido en cuenta este aspecto en esta versión que tanto contribuirá “a la lengua española y su mundo”, decía otro ilustre asturiano.
Ahora queda renovar los libros litúrgicos y otros textos oficiales, incluidos los breviarios en cuya salmodia se ha buscado una traducción basada en la neovulgata. No estaría mal que se ofreciera una versión on line para facilitar el uso. Aunque eso podría afectar a un aspecto importante: el crematístico. Suprimidos Coeditores Litúrgicos en mayo de 2008, queda todo ahora en las arcas de la editorial oficial de la CEE. Buen camino para la autofinanciación de la Iglesia.
Bienvenida sea esta nueva versión. “No sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios”.
- A ras de suelo: Las ilusiones rotas
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En el nº 2.737 de Vida Nueva.
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