Un equipo de rodaje llega a Cochabamba, Bolivia, en el año 2000 para filmar una película sobre ‘la otra cara’ de la colonización española.
El protagonista de ambas películas, la de Bollaín y la de Sebastián (García Bernal), es Daniel, un padre nada estúpido que tampoco está dispuesto a vender su dignidad ni a dejar que se la robe el gobierno.
El agua que las autoridades pretenden privatizar (la Guerra del Agua fue un hecho real) es una suerte de oro moderno. Y ésa es una de las claves conmovedoras de la película: 500 años después, el expolio es el mismo, los perros cazadores son los mismos, las lágrimas, los hijos, la lucha, las heridas… todo es igual… [Seguir leyendo]
Más información, en el nº 2.738 de Vida Nueva.