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No es éste el espacio para hacer objeciones metodológicas al estudio, pero creo oportuno hacer algunas precisiones que ayuden a enmarcar este grave problema.
1. El estudio se centra en el feminicidio como “la versión extrema de la violencia contra la mujer”.
Siendo cierta esta afirmación, el estudio de las muertes, o de las denuncias, sigue dejando en la invisibilidad la dramática realidad de muchas mujeres que sufren violencia física y psíquica cotidianamente. Todas las mujeres asesinadas son víctimas de violencia, pero no se puede presumir que todos los casos de violencia acaban en asesinato.
2. El estudio muestra cómo el número de feminicidios es mayor entre los matrimonios, aunque, a partir de una estimación del número de parejas de hecho, la prevalencia de muertes entre éstas es tres veces mayor.
Dando por válidos los datos, no podemos considerar el contraer matrimonio como factor de protección. De hecho, es en los noviazgos donde es menor la frecuencia de feminicidios.
3. El estudio afirma que la fragilidad del vínculo de pareja, o su ruptura, es una de las causas principales del feminicidio. Coincido en que la ruptura o la amenaza de la misma, es un factor detonante del intento de asesinato. Sin embargo, no es el factor causal de la violencia, que es preexistente al feminicidio.
4. El estudio asume que la relación entre tipo de vínculo y feminicidio puede estar condicionada por variables como la pérdida de capital social o la inmigración.
Podríamos dejar de utilizar la categoría estadística “pareja de hecho” como una categoría estanca, ya que puede impedir la detección de otras variables con más peso en la explicación de la violencia y del feminicidio.
5. En los datos no se diferencia entre matrimonios canónicamente constituidos y constituidos civilmente.
Debemos reconocer que la constitución canónica del matrimonio no implica automáticamente el desarrollo de las virtudes cristianas, por lo que, desgraciadamente, son muchos aún los matrimonios cristianos en los que el hombre somete, daña e, incluso, asesina a su mujer.
Es papel de la Iglesia, que siempre al lado de los más vulnerables, luchar sin prejuicios para poner fin a esta lacra social que es, además, un gravísimo y detestable pecado.
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Así lo constatan las estadísticas del Centro Reina Sofía, cuyos resultados de 2010 son motivo de alarma: es el segundo peor año de toda la serie disponible, con 75 mujeres muertas. Y no será por falta de medios. Algo muy grave ocurre para que, con tantos recursos, los resultados evolucionen a peor.
Para resolver el interrogante es necesario ampliar la pregunta. ¿Porqué en Occidente, en Europa, el hombre mata en ocasiones a su pareja? La sociedad patriarcal, responde el feminismo de género.
El problema comienza cuando la observación de la realidad europea camina en sentido opuesto a la doctrina. Los países más alejados de todo estereotipo “patriarcal”, como Suecia o el Reino Unido, con una larga tradición de emancipación femenina, son los que con diferencia aportan cada año un mayor número de víctimas, mientras que otros países tópicamente “calientes” y machistas, como España, Italia y Grecia, son los que ocupan los lugares más retrasados en esta fatídica lista.
Los feminicidios, un crimen particularmente horrendo, como el que se comete contra niños y ancianos, tiene en términos cuantitativos una prevalencia pequeña en relación al número total de parejas.
Eso no quita nada a lo dañino del acto, pero sí acota el enfoque. No obedece a comportamientos generalizados –caso de los accidentes de tráfico–, que es el supuesto de la ley española, sino a situaciones patológicas específicas.
Y siendo así, ¿cuáles son las causas de un tipo de agresión de apariencia muy heterogénea? Fundamentalmente una: la ruptura constituye la mejor explicación. El feminicidio presenta una altísima correlación con anuncios y situaciones de ruptura. Esta conclusión permite, además, explicar diversos hechos.
Uno de ellos nos permite razonar por qué su incidencia es mucho mayor en las parejas de hecho que en los matrimonios.
Según los trabajos del Instituto de Estudios del Capital Social de la Universitat Abat Oliba CEU, la posibilidad de que una mujer sea asesinada por su compañero es diez veces superior en aquél tipo de relación. Otras consideraciones al margen, esto es así porque la pareja de hecho resulta mucho más inestable que la matrimonial. El compromiso católico, en la medida que es asumido, constituye una garantía para la seguridad de la mujer.
Más información, en el nº 2.738 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, puede acceder al artículo completo aquí.