El Jorge VI de El discurso del rey no es un héroe que blande su espada ni un megalómano pagado de sí mismo, sino un hombre normal que se ve obligado a ocupar un puesto extraordinario y que quiere hacerlo con la mayor dignidad y profesionalidad posible. Y eso es coraje.
No está solo en su batalla: le acompañan la insistencia amorosa de su esposa y, sobre todo, un heterodoxo y sensato logopeda con la educación suficiente para tratar a un rey, pero sin remilgos para regañarle o ser sarcástico, con tal de sacar lo mejor de él.
A Jorge VI le da miedo, pero no tiene otra opción; no es por el honor o por una dinastía, ni por un país; ni siquiera por su mujer; simplemente, por más que le pueda asustar, no quiere que ese micrófono le anule la vida.
Colin Firth está, simplemente, maravilloso. Su Globo de Oro precede a un Oscar que todo el mundo da por hecho y que, de ser así, será muy merecido. En definitiva, la película es él.
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