La presentación de este segundo volumen –que saldrá simultáneamente en su idioma original, el alemán, y traducido a las más importantes lenguas– será en la Sala de Prensa de la Santa Sede, a cargo del cardenal Marc Ouellet. Días después, el 14 de marzo, en la Embajada de España cerca de la Santa Sede, don Olegario González de Cardedal presentará la edición española, que ha sido preparada por Ediciones Encuentro.
Según el salesiano Giuseppe Costa, director de la Librería Editrice Vaticana, la primera edición italiana constará de 300.000 ejemplares y se espera que haya que reimprimir varias ediciones más, como ya sucedió con el primer volumen. “Es una obra –nos ha dicho– que contiene pasajes muy sugestivos y originales y que en su inmensa mayoría está al alcance de lectores que no tengan una específica preparación teológica”.
Como ya se hizo notar en el momento de la aparición del primer volumen, este libro es una “meditación personal, y no un documento del magisterio”, por lo cual, como escribía el autor en su introducción, “cada uno es libre de contradecirme”.
La primera parte abordaba la vida pública de Jesús, desde su bautismo en el río Jordán hasta la Transfiguración. En este segundo, Ratzinger comenta el resto de la vida pública, dedicando especial atención al misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, con el intento de demostrar que los Evangelios nos dan todos los elementos necesarios para afirmar que el personaje histórico de Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios venido a la tierra para salvar a la humanidad. Y lo hace con su inmenso bagaje de teólogo y profundo conocedor de las Escrituras.
El hecho más relevante de la semana es la consagración episcopal de cinco presbíteros, entre los que se encontraba el español Celso Morga Iruzubieta, de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, nombrado hace algunas semanas secretario de la Congregación del Clero. De los otros, tres son italianos –dos elevados al rango de nuncios apostólicos, y uno al de secretario de la Congregación para las Causas de los Santos–; y el otro es el salesiano chino Savio Hon Tai-Fai, nuevo secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
“Con el cardenal Cañizares al frente de una congregación de la Curia romana, dos secretarios de importantes congregaciones como son monseñor Ladaria y ahora usted, monseñor, y dos secretarios de pontificios consejos, monseñor Redrado y monseñor Arrieta, podemos considerar que la Iglesia española está bien representada en el gobierno de la Iglesia universal”. Con estas palabras, el embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, subrayó el significado del nombramiento de Celso Morga.
A la cena celebrada el 4 de febrero en el Palazzo di Spagna asistieron los cardenales españoles Herranz, Cañizares y Lluis Martínez Sistach, y el italiano Mauro Piacenza, prefecto del Clero; el arzobispo castrense, Juan del Río, y otros obispos españoles; y el prelado del Opus Dei, Javier Echevarría. En nombre de La Rioja participó su vicepresidenta, Aránzazu Vallejo.
“La mies es mucha”
La ceremonia de ordenación fue, como es normal, tan brillante como larga (tres horas exactas) y a ella asistieron un alto número de cardenales y arzobispos de la Curia romana y de diversas partes del mundo. La homilía del Santo Padre fue una glosa de la misión de los obispos, que deben considerarse a sí mismos como “obreros en la mies”: “Éste es el trabajo de la mies en el campo de Dios, en el campo de la historia humana: llevar a los hombres la luz de la verdad, liberarles de la pobreza de verdad, que es la verdadera tristeza y la verdadera pobreza del hombre. Llevarles la buena nueva, que no es sólo una palabra, sino un acontecimiento: Dios, Él mismo, ha venido hasta nosotros”.
“La mies es mucha –añadió– también hoy, sobre todo hoy. Aunque pueda parecer que muchas partes del mundo moderno, de los hombres de hoy, dan la espalda a Dios y consideren la fe como algo del pasado, existe todavía el anhelo de que finalmente se establezcan la justicia, el amor y la paz, que sean superadas la pobreza y el sufrimiento, que los hombres encuentren la alegría”.
Un poco más adelante en esta homilía modélica (escrita íntegramente por el Papa) se dice: “Justamente en esta hora, el trabajo en el campo de Dios es particularmente urgente y por eso en esta hora sentimos de modo especialmente doloroso la verdad de la palabra de Jesús: ‘Los obreros son pocos’. Al mismo tiempo, el Señor nos da a entender que no podemos ser nosotros solos los que podemos enviar obreros a su mies: que no es una cuestión de management, de nuestra propia capacidad organizativa. Los obreros para el campo de su mies sólo Dios los puede mandar, pero Él quiere hacerlo a través de la puerta de nuestra oración”.
El Papa recordó la frase de los Hechos de los Apóstoles en la que se dice que los primeros cristianos “eran perseverantes en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la oración”, y desarrolló estos cuatro elementos permanentes de la vida cristiana:
Teología de la Liberación
En unas declaraciones a L’Osservatore Romano (2 de febrero), el nuevo prefecto de la Congregación para la Vida Religiosa, el brasileño Joao Braz de Aviz, afirma sobre la Teología de la Liberación: “La opción preferencial por los pobres es una opción evangélica de la que depende, antes que nada, nuestra propia salvación. Su descubrimiento y su construcción por parte de la Teología de la Liberación han significado una mirada sincera y responsable de la Iglesia al vasto fenómeno de la exclusión social. Juan Pablo II afirmó en su día –a través de la carta enviada a la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil y entregada al cardenal Gantin– que la Teología de la Liberación no sólo es útil, sino necesaria. En aquellos tiempos, las dos instrucciones enviadas por Roma sobre el tema corregían cuestiones ligadas al uso del método marxista en la interpretación de la realidad. Pienso que todavía no se ha concluido el trabajo teológico para desvincular la opción preferencial por los pobres de su dependencia de una Teología de la Liberación ideológica, como ha advertido últimamente Benedicto XVI”.
En el nº 2.741 de Vida Nueva.