EDITORIAL VIDA NUEVA | El hasta ahora embajador de España cerca de la Santa Sede, el gallego Francisco Vázquez, se despedía del Papa después de cinco años de servicio diplomático. Con el nombramiento de María Jesús Figa como nueva embajadora, el palacio de la Piazza di Spagna tiene, por primera, vez a una mujer como inquilina. Han sido años de trabajo intenso en los que Vázquez ha ayudado, no solo a la ya tradicional buena relación entre el Vaticano y La Moncloa, sino también a hacer de la Embajada un espacio de cultura y diálogo.
El saldo de estos años es positivo, y como tal ha sido reconocido por ambas partes. La Iglesia española ha encontrado en el ya exembajador un aliado en algunos momentos difíciles, especialmente en el enfoque dado a las beatificaciones de los mártires de la persecución religiosa en España, en cuya preparación Vázquez trabajó para hacer de dichos actos una oportunidad para la reconciliación. Pero también en otros muchos momentos en los que las tensiones, por causas diversas, podían haber enturbiado las relaciones con esta legación española en el Vaticano, la más antigua de las existentes en la Santa Sede.
Ahora toca el turno a una nueva embajadora. María Jesús Figa llega en un momento no exento de dificultades, con la visita del Papa a Madrid el próximo mes de agosto en el horizonte. Se espera que la labor diplomática continúe reforzando las relaciones entre la Curia vaticana y el Gobierno español, así como la trabazón de relaciones entre los españoles en la Santa Sede, que son un número considerable. Se ha buscado un perfil de diálogo y que devuelva la Embajada a los profesionales de la carrera diplomática. El Gobierno de Rodríguez Zapatero, inmerso en problemas de índole orgánica, con la crisis económica a las espaldas, no está por molestar a la Santa Sede. Comienza una etapa distinta, en la que no se debiera dilapidar la experiencia, aunque en su servicio, aporte su propia visión.
Publicado en el nº 2.750 de Vida Nueva (del 16 al 25 de abril de 2011).
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