JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Un pontificado tan largo no podía quedar exento de problemas que han alargado su sombra hasta hoy, cuando su sucesor, Benedicto XVI, va cerrando un ciclo y poniendo claridad en cuestiones oscuras. Mucho se le ha criticado el corte tradicional de su pontificado, avanzado en lo social, pero involucionista en lo moral.
Excesivamente volcado en el mundo, hay quien le acusa de no haber reformado la potente Curia vaticana y haber entregado a los nuevos movimientos parcelas de poder que ahora dividen a la Iglesia.
Junto a ello, el silencio ante los escándalos de pederastia, principalmente en los Estados Unidos, pese a su esfuerzo por clarificar ya en sus últimos días. Sombras que aún están por aclararse. Pero la más importante es la que le acusa de haber interpretado el Concilio desde una orilla conservadora, llamando al silencio a muchos teólogos y negando en el interior de la Iglesia el diálogo y la libertad que pedía hacia el exterior.
Nadie niega, sin embargo, su valentía, su alegría, su pasión por la verdad y la libertad, su testimonio de oración y su elocuente sentido del sufrimiento en una sociedad que intenta apartar el dolor de su vista.
director.vidanueva@ppc-editorial.com
En el nº 2.751 de Vida Nueva.
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