JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Los medios de comunicación generalistas han contado el terremoto de Lorca con detalle profesional, pero han silenciando la destrucción de templos y conventos, la mayoría auténticas joyas del patrimonio histórico-artístico que se han visto afectadas gravemente. Han contado cómo los servicios públicos estuvieron atentos a cubrir las primeras necesidades y atendieron a las gentes que, asustadas, no podían entrar a sus casas. Muchas de ellas son inmigrantes, trabajadores de su próspera huerta.
Como siempre pasa en estas situaciones, se experimenta el silencio de Dios, como sucedió en Haití, Chile o Japón. Pocos han destacado la labor de Cáritas en estas circunstancias. De nuevo, la mano de los cristianos dando cobijo, abrazo y frescura en el dolor. La voz de un Dios al que se le caen los templos de piedra, pero que ha encontrado en dónde cobijarse: en los templos vivos que no tienen dónde dormir ni alojarse. Es la voz del Dios que parece callado.
La fraternidad ha empezado a reconstruir los templos vivos de los más pobres en una ciudad en la que también se restaurarán las exquisitas joyas de arte derrumbadas por el caprichoso movimiento sísmico de la pasada semana.
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- La crónica del director: Los abusos de poder se alían a la enfermedad, por Juan Rubio
En el nº 2.754 de Vida Nueva.
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