FRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga
“Y es que de nuevo una mujer es encumbrada en el ámbito de la poesía contemporánea. Y, de nuevo, nos encontramos con una voz que se ensimisma en el silencio y trasciende, pues desde su labor callada (en este ejercicio de la poesía, pero también en su trabajo como investigadora) consigue el reconocimiento. Solo por esto último ya merece nombradía.”
Después de hablar, en una ocasión anterior, de Alda Merini, traigo aquí a otra gran poetisa, recientemente galardonada con uno de los premios más importantes de nuestra lengua: el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Me refiero a la cubana Fina García Marruz (La Habana, 1923).
Vinculada a grandes poetas, como Cintio Vitier o Eliseo Diego, su producción brilla con luz propia en poemarios de difícil acceso en España, si no fuera por la extensa antología El instante raro, editada por Milena Rodríguez y publicada por la editorial valenciana Pre-Textos en 2010. Su senectud transmite una sensibilidad que he podido percibir en autoras de la talla de Elena Martín Vivaldi y la también laureada María Victoria Atencia. Pero en este caso hay algo más.
Y es que de nuevo una mujer es encumbrada en el ámbito de la poesía contemporánea. Y, de nuevo, nos encontramos con una voz que se ensimisma en el silencio y trasciende, pues desde su labor callada (en este ejercicio de la poesía, pero también en su trabajo como investigadora) consigue el reconocimiento. Solo por esto último ya merece nombradía. Pero si he traído aquí a la mujer y a su voz es por su compromiso con Cristo, sin llegar al misticismo de Alda Merini; por eso la palabra clave es compromiso: con el otro, con el prójimo.
Y todo ello a pesar del sometimiento de los católicos cubanos a un régimen, el castrista, que parece haber promulgado desde siempre dicho compromiso, aunque haya sido solo de forma panfletaria.
En el nº 2.754 de Vida Nueva.