JOSÉ LORENZO, redactor jefe de Vida Nueva | Olegario González de Cardedal llevaba tiempo con su propia causa de indignación a cuestas. Nada más saberse que se le había concedido el Premio Ratzinger, su amigo y compañero en la UPSA, y también de análisis y reflexiones para los que fueron requeridos por la Conferencia Episcopal, apuntó con elegancia las razones en un artículo en esta revista: “En algún lugar de Internet se dice que D. Olegario es un cura progresista que no es del todo fiel a la doctrina católica. Ahora lo tendrán que corregir”. Y extendió su felicitación a la Universidad Pontificia de Salamanca, también hoy en el punto de mira.
Luego, el propio teólogo abulense señaló con nombres y apellidos a quienes él considera instigadores de una campaña en su contra a través de Internet. Más que los efectos de una crítica teológica negativa a su obra, le duelen los tintes de una malentendida apologética de quienes la cuestionan y en cómo la cuestionan.
Y esa apologética, a veces con indisimulados tintes de caza al hombre (hay ejemplos sangrantes), es la que se está imponiendo en estos primeros pasos balbuceantes por la Red del mundo de la información religiosa en castellano. Y Olegario ha dicho basta, pero hay teólogos que no se atreven a levantar la vista para no toparse con la mirada del aprendiz de inquisidor.
De muy poco parece haber servido el reciente encuentro de blogueros organizado por la Santa Sede en el Vaticano. Algunos parecen no haberse enterado de un concepto ampliamente difundido por Benedicto XVI y por su portavoz Federico Lombardi, quien compartió jornadas blogueras con el totum revolutum de Internet: la necesaria infoética para transitar por este nuevo mundo.
Tampoco han reparado en lo que uno de los gurús de las nuevas redes sociales, Antonio Spadaro (también presente en el citado encuentro), sostiene sobre lo que no ha de ser la comunicación de la Buena Noticia en estos nuevos areópagos: la propagación de ideología travestida de anuncio evangélico.
Visto lo visto, en algunos de estos lugares de la blogosfera se transita aún con la quijada en la mano, y con la complaciente aquiescencia de algún que otro pastor.
En el nº 2.759 de Vida Nueva.
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