Como inmigrantes de la fe

Arodriguez 20+ AMADEO RODRÍGUEZ MAGRO | Obispo de Plasencia

“Quiero mostrar mi gratitud al Señor y a las monjas y monjes que han venido de otras partes a consolidar la vida contemplativa entre nosotros. Los últimos, la Orden de San Pablo Primer Eremita, que desde Chestokova han aceptado venir al Monasterio de Yuste”.

En la reciente Jornada Pro Orantibus, la mirada de los católicos se centró con especial afecto en la vida consagrada contemplativa. Este modo de vivir el seguimiento de Cristo, especialmente arraigado en las Iglesias de más antigua tradición en una gran diversidad de órdenes y reglas, es, en cada convento y monasterio, la llama orante de la Iglesia. Aunque a veces hagamos pasar a estos hombres y mujeres por la prueba del olvido, e incluso del desafecto, son “la mejor parte” del Pueblo de Dios. Es más, la vida contemplativa es el gran termómetro de la autenticidad de la fe en el entorno en que viven.

Pues bien, salvo excepciones, este termómetro apunta poca temperatura espiritual. Nuestros monjes y monjas envejecen sin que el relevo generacional llegue acompasadamente. Pero la universalidad de la Iglesia, también en esto, hace el gran milagro de la unidad que supera las fronteras y hace a todos “uno en Cristo Jesús”.

Me refiero a la aportación que reciben nuestros monasterios de hombres y mujeres venidos de otras latitudes y culturas. Es algo que siempre, por encima de otra consideración, hay que mirar con gratitud. Se puede decir –con permiso de los que emigran por razones extremadamente difíciles– que ellos son los inmigrantes de la fe que vienen a enriquecer la vida contemplativa en España. Ese intercambio es natural en una Iglesia evangelizadora que va y viene, da y recibe.

Para no andarme por las ramas, desde la Diócesis de Plasencia quiero mostrar mi gratitud al Señor y a las monjas y monjes que han venido de otras partes a consolidar la vida contemplativa entre nosotros. Los últimos, la Orden de San Pablo Primer Eremita, que desde Chestokova han aceptado venir al Monasterio de Yuste.

En muchos conventos se está produciendo este milagro de regeneración, que es una solución y no un problema, aunque la integración necesite cuidados y ajustes. Se puede decir que ese “santo trasiego” es el que ha hecho a la Iglesia más rica y universal.

arodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.759 de Vida Nueva.

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