JOSÉ MIGUEL NÚÑEZ, SDB
“Mirando a nuestro alrededor, sabemos que no hay ninguna mano invisible que arregle las cosas: no lo harán ni el nuevo mercado, ni la economía globalizada, ni los grandes sistemas de ideas totalizadoras. De todo esto nos ha liberado el pensamiento del siglo XX. Quizás por esto, el esfuerzo deba estar encaminado hacia la búsqueda de un sentido en la historia”.
De acuerdo con Juan Manuel de Prada en la percepción de que el pensamiento cristiano en Europa se ha desnaturalizado, cayendo en las fauces del monstruo bicéfalo de la ideología imperante: o eres liberal o eres conservador. Si no es así, resígnate al silencio.
Hay también aquí un motivo para rebelarse. Aunque sea sin acampadas ni panfletos. Es la indignación ante las viejas y trasnochadas ideologías que nos condenan a vivir estereotipados y clasificados en derechas o izquierdas, conservadores o progres.
Los que nos situamos en esta margen del río, más allá de la ideología, reivindicamos un nuevo pensamiento filosófico-teológico que sea de verdad expresión del mundo de la vida, que no pierda su función de hacer más llevadera la existencia de las personas y que no sea recluido al rincón de la irrelevancia o del ostracismo por sentirse liberado de la ideología predominante.
Mirando a nuestro alrededor, sabemos que no hay ninguna mano invisible que arregle las cosas: no lo harán ni el nuevo mercado, ni la economía globalizada, ni los grandes sistemas de ideas totalizadoras. De todo esto nos ha liberado el pensamiento del siglo XX. Quizás por esto, el esfuerzo deba estar encaminado hacia la búsqueda de un sentido en la historia que no coincidirá –naturalmente– con la idea de una historia del progreso de la técnica, o de una nueva economía, o del desarrollo unitario y cuantitativo de la misma, sino más bien con el sentido del existir.
Si el pensamiento filosófico no se deja condicionar o manipular por la presión de ideologías, que quieren imponer su visión totalizadora como única y exclusiva, puede sentirse interpelado por la cuestión religiosa y ser sensible a la reflexión teológica en momentos en los que las sociedades occidentales andan a la búsqueda de luz y de sentido.
En el nº 2.759 de Vida Nueva.