Una obra de María Dolores López Guzmán (San Pablo-Universidad Pontificia Comillas, 2010). La recensión es de Diego Tolsada.
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Desafíos del perdón después de Auschwitz. Reflexiones de Jankélévitch desde la Shoa
Autora: María Dolores López Guzmán
Editorial: San Pablo-Universidad Pontificia Comillas
Ciudad: Madrid
Páginas: 376
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DIEGO TOLSADA | Estamos ante una obra significativa, importante, por el tema en sí y por su actualidad. Sobre el perdón se escribe poco, tal vez porque una sociedad autosatisfecha de sí misma “tiene” pocas cosas de las que arrepentirse. Y, sin embargo, ¡de cuántas cosas hay que pedir perdón!: desde la Shoa, el Gulag o Hiroshima, hasta el terrorismo como recurso habitual, pasando por los racismos, el hambre y el sufrimiento masivos producidos por el sistema, por la complaciente y productiva intelligentsia (capaz de crear eufemismos tan terribles y cínicos como lo de “daños colaterales”…). Muchos motivos de arrepentimiento y perdón, pues ahí están permanentemente las víctimas para exigirlo con lo único que les hemos dejado: su silencio, su nuda existencia.
Por eso es de agradecer este libro, que de la mano de Jankélévitch, del cual la autora muestra un portentoso conocimiento, nos introduce en el misterio del perdón. Y ello de un modo claro, sistemático, metódico, con un discurso riguroso y perfectamente trabado.
La introducción ofrece una completa información sobre las fuentes judías y cristianas de Jankélévitch. Sigue un interesantísimo capítulo sobre los falsos perdones o “similiperdones”, sobre aquello que, pareciendo perdón, no lo es en absoluto. El tiempo hace que el olvido actúe por desgaste de la ofensa o por integrar el mal. Nos damos también razones que no son tales, sino excusas totales o parciales, con tal de no admitir la propia responsabilidad. Por parte del mismo ofendido puede haber clemencia altiva, avaricia espiritual o un deseo de querer liquidar el problema para no sufrir más. Por último, hay formas que, iniciándose como perdón, terminan contaminándose en su ejecución, como perdonar para que el otro “se convierta”. Solo este análisis psicológico tan fino y profundo merece ya la atención del lector.
El capítulo central pasa a la exposición de lo que es el perdón. Es, ante todo, un acontecimiento, algo que sucede, que adviene en un instante gratuitamente y con una dimensión sobre-natural. Es un don, desinteresado y sin contraprestaciones, por lo que tiene siempre un componente heroico. Es interpersonal, pues no se perdona en general ni anónimamente, sino a alguien concreto por algo concreto. Y tiene un componente de radicalidad, de sacrificio del yo, que apunta a un orden nuevo, es decir, es remisión ilimitada.
Pero surge una pregunta de enorme trascendencia: ¿se puede perdonar todo, o hay algo imperdonable? Es el tema del mal radical, cuyo símbolo singular e irreductible es Auschwitz. Un detallado análisis de la tradición judía nos acerca, no a los que es excusable o disculpable, sino a lo que es irreversible, irrevocable, irreparable y, por lo tanto, imprescriptible. La tensión dialéctica entre justicia y perdón se hace aquí máxima, hasta el punto de que Jankélévitch mantiene, al mismo tiempo, las dos afirmaciones contradictorias del perdón absoluto (pues, si no, no es perdón) y de lo imperdonable.
Reflexión sacramental
Otro capítulo pretende establecer un diálogo entre las tradiciones judía y cristiana. Sin caer en un falso irenismo, se abordan temas como la memoria y el olvido, el remordimiento, el arrepentimiento y la contrición, la reparación, la penitencia y la absolución. Es evidente la trascendencia de estas páginas para una seria reflexión sobre el sacramento cristiano de la penitencia, tan devaluado hoy en día, tal vez no tanto por maldad o superficialidad de los creyentes como –por decirlo con Bonhoeffer– por el abaratamiento de la gracia y la infantilización de temas tan serios como el pecado y su perdón.
Un último capítulo se centra en lo específico cristiano del perdón: lo sitúa en el perissón neotestamentario, en ese magis en terminología ignaciana, que recoge lo excesivo, lo “de-más” del “habéis oído que se dijo…, pero yo os digo” y que remite a la bondad como misericordia de Dios mismo, tal como Jesús lo expone en el sermón del monte. Solo desde lo teologal es comprensible esta dimensión.
Las explicaciones soteriológicas han sido varias a lo largo de la historia de la teología, como la de la sustitución o la de la restauración, cada una con sus ventajas e inconvenientes. Dentro de este nivel se aborda la difícil cuestión de la condenación eterna, como consecuencia de lo imperdonable cuando el hombre se opone en toda su libertad a la acción de Dios
Una última reflexión incide en la necesaria vinculación entre perdón definitivo y futuro en Dios, es decir, entre perdón y escatología: el perdón, si lo es de verdad, abre la historia humana también a un plus que solo puede ser calificado de nueva creación o vida eterna.
Tema trascendente
Obras como estas nos hacen falta. No tanto, a mi modo de ver, por recuperar el pensamiento de tal o cual autor significativo, intento laudable tanto más cuanto se hace con el rigor y el dominio con que se aborda en estas páginas, sino por la importancia y trascendencia del tema abordado. Y hacen falta, en primer lugar, para que nos ayuden a recuperar la seriedad de los gestos humanos más profundos, aquellos en los que implicamos la realidad más honda de nuestra existencia, apostándola gratuita y radicalmente a una actitud que nos humaniza y nos diviniza exclusivamente por el bien del otro.
Nos hacen falta también para recuperar no solo la profundidad de lo humano (Tillich), sino la seriedad de la gracia y del Evangelio. Y nos hacen falta, por fin, para encontrar caminos de renovación pastoral que carguen de significado la práctica de algo tan importante en la vida de la comunidad cristiana como el sacramento del perdón.
En el nº 2.762 de Vida Nueva.