EDITORIAL VIDA NUEVA | Nace Sudán del Sur, y el mundo se alegra de que un país que se ha visto azotado durante décadas por la guerra alcance su independencia. El camino ha sido largo, y ha estado, por cierto, alentado por la Iglesia católica, impulsora del espíritu de reconciliación escenificado el 9 de julio en Juba.
Ahora que los sursudaneses ya tienen una nación que sentir como propia, cabe advertir: sigue habiendo muchas cuestiones pendientes, y la comunidad internacional debería cumplir la promesa del secretario general de la ONU y apoyar de cerca las reformas. Eso sí, a favor de los sursudaneses, y no solo en función del propio interés.
Estamos demasiado acostumbrados a tratar a África como un recurso más de Occidente y a olvidar que el continente y sus habitantes merecen nuestra solidaridad. No dejemos que se repita, por ejemplo, lo de Costa de Marfil, desde donde sigue llegando un grito, aunque se oiga menos…
En el nº 2.762 de Vida Nueva.
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