+ FERNANDO SEBASTIÁN | Arzobispo emérito
“El espíritu humano necesita anchura, libertad, magnanimidad. No nos condenemos a ser pequeños de espíritu en el gran mundo de la globalización”
Llegan las vacaciones. Tratemos de sacar algunas conclusiones. Para descansar, antes hay que cansarse. Para tener vacaciones, hay que trabajar. Los que no quieren trabajar, no deberían tener vacaciones.
No hace falta gastar mucho dinero para tener unas buenas vacaciones. Para descansar es más importante estar en buena compañía que ir a lugares exóticos. Seguramente, a pocos kilómetros de nuestra casa hay lugares hermosos donde descansaríamos estupendamente.
Quien viaja sabe que en otros lugares también se puede vivir bien. El aldeanismo se cura viajando, viendo cosas, tratando con otras gentes. Algunos viven muy contentos despreciando lo que no conocen. Creen que han nacido en el mejor pueblo del mundo. Ese pueblo mejor del mundo no existe. En todos los sitios hay cosas buenas y personas interesantes. Los localismos son miopía.
El aislamiento nos puede hacer pensar que solos viviríamos mejor. Nos sentimos mejores que los demás, pensamos que tenemos las mejores tierras, los mejores paisajes, los mejores frutos, las mejores personas. Es un error. Juntos siempre podemos vivir mejor, y hacer cosas más importantes. Vivir es convivir, y cuanto más, mejor.
La cultura es el sedimento de humanidad del que nos alimentamos. Cuanto más amplio, mejor. Quien se aferra a vivir solo de la cultura de su pueblo, se condena a la pobreza espiritual. Los localismos, los aldeanismos, los separatismos no ayudan a crecer en humanidad. El espíritu humano necesita anchura, libertad, magnanimidad. No nos condenemos a ser pequeños de espíritu en el gran mundo de la globalización.
En el nº 2.762 de Vida Nueva.