JUAN FRANCISCO ORTEGA LUDEÑA, sacerdote de la Diócesis de Cartagena-Murcia | Una de las preguntas que más nos hacen a los sacerdotes a lo largo de nuestra vida es esta: ¿en qué parroquia estás ahora? La mayoría de la gente que nos pregunta esto utiliza la palabra parroquia como lugar físico, concreto, como algo estático. Y es cierto que cualquier parroquia está delimitada por unos límites geográficos (barrios, calles…). Sin embargo, la parroquia es muchísimo más que un lugar: es algo dinámico.
Porque, cuando hablamos de parroquia, estamos hablando de la vida, de ilusiones y fracasos, de gozos y esperanzas, de alegrías y sufrimientos; de personas, en definitiva, de las que vienen al templo y de las que no.
En estos tiempos de crisis, de indignación y compromiso, de leyes económicas y de inmigración que crucifican a tanta gente, en el hoy apasionante y dramático que vivimos, la parroquia tiene mucho que decir y hacer. En medio de tantas voces como escuchamos a lo largo del día, es esencial hacer silencio en el corazón para escuchar la voz del Señor, y tener claro a quién seguimos y qué anunciamos. Necesitamos parroquias que celebren los sacramentos; no para cumplir preceptos, sino como lugares de encuentro con los hermanos y con el Dios que todos los días sigue caminando en medio de su pueblo.
Parroquias que evangelicen con la Palabra hecha vida, con alegría, con esperanza, con caridad, con misericordia; que sean antes madres que maestras; sin imponer; sabiendo que la gente tiene sus procesos y que Dios obra en todos los corazones. Parroquias de brazos y oídos abiertos, donde nadie es excluido, donde todos son escuchados y se sienten como en casa formando parte de la gran familia de los hijos de Dios, viviendo la unidad en la diversidad.
Parroquias que sean la voz de los sin voz y se tomen muy en serio ese sueño real de Jesús, que es el Reino de Dios; un Reino de paz, justicia, libertad, amor; que crece, no en lo espectacular, sino en lo pequeño; no en la pancarta, sino en la cotidianidad de la vida; y que ya nada ni nadie puede parar.
Parroquias que testimonien que el ser humano tiene presente y futuro; que siembren la esperanza en medio de tantas situaciones de muerte y exclusión; que caminen al lado de los inmigrantes, de los parados, de los sin techo, de los enfermos, de los ancianos, de todos los que sufren. En definitiva, parroquias cercanas a la vida de la gente del barrio, sabiendo que el centro es Jesús Nazareno, el Cristo.
En el nº 2.763 de Vida Nueva.
–
INFORMACIÓN RELACIONADA
- Editorial: Parroquias, ofertas trascendentes en la sociedad
- A fondo: Parroquias, en la base de la Nueva Evangelización
- Opinión: Una apuesta de futuro: no quedarnos en la sacristía, por Enrique Gómez, párroco de Miajadas (Cáceres) y consiliario del Movimiento Rural Cristiano