JUAN RUBIO. DIRECTOR DE VIDA NUEVA | Extraña que en las tres visitas del Papa a España no se propiciaran encuentros con el mundo del pensamiento alejado de la fe; ni con la diplomacia o la cultura; ni con el movimiento ecuménico o interreligioso.
En otros viajes europeos no faltan este tipo de encuentros en los que Ratzinger se faja y saca lo mejor de su arcón. Vimos ojos atentos en Londres, como vimos a un Sarkozy hablando de laicidad positiva en París y a una Academia Francesa rendida en la atenta escucha.
Vimos a la canciller alemana Angela Merkel decir al Papa que para el progreso de Europa, la religión es necesaria; y vimos al Papa parafrasear a Kafka ante intelectuales del país más ateo del mundo, en la República Checa. Lo vemos hablar con judíos y musulmanes, como lo hace con anglicanos, luteranos u ortodoxos. En España no vimos esta fotografía del Papa. Anticlericales de tomo y lomo lo impiden.
La Iglesia española tiene un reto: seguir buscando su lugar, con seriedad y planteamientos propositivos, en la sociedad española, aquí y ahora. La ausencia de este tipo de encuentros no ha creado el caldo de cultivo para que pueda darse la misma fotografía de otros lugares más allá de los Pirineos.
En el número 2.770 de Vida Nueva