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La imagen de un Dios violento


Un libro de José Luis Barriocanal Gómez (Monte Carmelo, 2010). La recensión es de Lorenzo de Santos Martín.

La imagen de un Dios violento - Barriocanal - Monte Carmelo

La imagen de un Dios violento

Autor: José Luis Barriocanal Gómez

Editorial: Monte Carmelo

Ciudad: Burgos

Páginas: 324

LORENZO DE SANTOS MARTÍN | ¿A quién no le han chocado los relatos bíblicos donde se afirma que Dios es vengativo, está lleno de ira, emplea la violencia…? ¿Cuántas veces no hemos rechazado el uso de los textos del Antiguo Testamento (AT) en los que se habla de Yahvé como Dios guerrero, en los que se le suplica que aplaste y elimine con su fuerza a los enemigos? ¿Quién no se ha preguntado en algún momento cómo conciliar las imágenes del Dios de la paz, del amor, del perdón y de la misericordia con las que presentan a un Dios violento? ¡Cómo chirrían en los oídos expresiones como violencia divina, guerra divina, más aún cuando han servido a lo largo de la historia de la Humanidad para justificar guerras y conquistar territorios en nombre de Dios!

Ante estas preguntas, nacidas de la “dificultad que supone para el lector creyente la presencia abrumadora en el AT de textos que hablan de un Dios violento”, se ha propuesto el biblista José Luis Barriocanal, en el libro que lleva por título La imagen de un Dios violento, ayudar a comprender los textos veterotestamentarios y a superar la ambigüedad creada por la imagen bifronte de Dios en relación con la violencia.

El autor comienza ofreciendo tres principios hermenéuticos que ayudan a interpretar los textos bíblicos que presentan esa imagen bifronte de Dios en la que, por un lado, rechaza la violencia humana y, al mismo tiempo, usa la violencia como reacción contra la injusticia y el mal.

El primer principio es el lenguaje metafórico, antropomórfico ante el que estamos, que necesita ser descifrado; en donde lo fundamental es el significado del acontecimiento, no el hecho al que se refiere, que es susceptible de que exista o no. Además, el carácter antropomórfico con el que se atribuyen a Dios rasgos propios humanos expresa la experiencia que tuvo Israel de creer y relacionarse con un Dios que se revela cercano y partícipe de la historia de su pueblo.

El segundo principio es el carácter histórico y evolutivo de la revelación, que nos hace no perder de vista que las páginas bíblicas se han ido elaborando conforme a los distintos acontecimientos históricos del pueblo de Dios y llevan la marca y el peso de su propio tiempo y lugar. Por ello, la imagen guerrera de Dios es empleada por Israel, al igual que los pueblos coetáneos, para mostrar que también su Dios lucha a favor de su pueblo y es más poderoso que los otros dioses, pues, además, es el único Señor.

Pero el sentido evolutivo de la revelación hace que esta representación guerrera no sea definitiva, sino que se transforme y se convierta esa violencia en paz y salvación. Esto le permite a Barriocanal ir presentando la relación de unidad entre AT y Nuevo Testamento (NT), en la que el Dios violento del AT se va revelando paulatinamente como ese “padre o madre que se inclina de rodillas para ponerse a la altura de su hijo”, desde la que pueda experimentar su amor, su cercanía y su perdón, como se narra en la parábola del hijo pródigo, y donde la superación plena de la violencia se revela en el NT de manera definitiva en las palabras y acciones de Jesús.

Épica y mitología

El tercer principio es el género literario épico y mitológico en el que escribe el autor bíblico según la mentalidad de la época. De esta manera, se transmite al pueblo de Israel que no es Asur o Marduk quien vence y domina a los israelitas, sino que Yahvé salva a su pueblo de las situaciones más adversas, ya que es más poderoso que las otras divinidades y, siempre que Israel mantenga su fidelidad a la Palabra de Dios, la victoria y la salvación están garantizadas.

Por ello, este tipo de género literario pierde presencia en la narración bíblica, dejando de lado los discursos violentos y militaristas, por ejemplo, en el modo de conquista del país que nos cuenta el libro de Josué, y se da paso a los oráculos proféticos que centran su mensaje en la fidelidad a la Ley, cuyo centro es el amor al prójimo.

Con estos tres principios aborda Barriocanal las imágenes veterotestamentarias más significativas del Dios violento, como Yahvé guerrero, los predicados divinos de celo, ira y venganza, Yahvé como rey y juez, y la relación entre violencia divina y alianza.

Estas representaciones violentas de Dios le conducen al autor a preguntarse por el origen de la violencia y a responder que se encuentra en la desvinculación que la criatura humana hace del proyecto de Dios como casa de todos en donde es llamada a vivir como hermanos, hijos de un mismo Padre.

Esta respuesta la concluye en el último capítulo presentando las historias de José, del Siervo sufriente, de Job y del Justo mártir como prueba y manifestaciones de que la violencia no es el camino escogido por Dios para ofrecer la salvación a la Humanidad, sino que su Reino se expresa por el poder de su Palabra. El lenguaje de Dios es el de la cruz de Cristo, en el que “se desvela que el camino divino para vencer el mal, la injusticia y la muerte no es el de la violencia, sino el de la entrega, el del abandono confiado al Padre por amor”.

Es de agradecer al autor la presentación que nos ofrece de las otras culturas extrabíblicas con las que asumen y confrontan los autores bíblicos las imágenes violentas de la divinidad, así como la vasta y valiosa bibliografía que nos ofrece sobre este tema.

Aunque al final de la lectura de La imagen de un Dios violento a uno le sigan inquietando las representaciones violentas de Dios en la Biblia, sin embargo, se aprenden criterios para comprender el significado adecuado de estas y a situarlas de manera correcta en el proceso de la revelación cristiana.

En el nº 2.776 de Vida Nueva.

Actualizado
10/11/2011 | 23:46
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