Jóvenes que buscan algo más que doctrinas

chica joven participa en la JMJ Madrid 2011

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Se sucederán en estos días, coincidiendo con la fiesta de la Inmaculada, las vigilias de jóvenes. Ya es algo tradicional en pequeñas parroquias y en grandes catedrales. ¡Una ocasión para estar con los jóvenes, para hablar de ellos y para hablar con ellos! No sé si vale de algo tanto llevar y traer a los jóvenes de excursión, pero bueno, no está mal que, al menos una vez al año, los chicos y chicas estén presentes más allá de nuestras oraciones y sin olvidar que hay muchos más que, como dice el Evangelio, “no son de este redil y a esos también hay que invitarlos y proponerles”.

Los jóvenes ocupan y preocupan a sus pastores. Jóvenes, o mejor dicho, adolescentes, la mayoría de los que acuden, porque mirándolo bien, cada vez estos eventos se llenan de adolescentes más que de jóvenes. Se les hablará mucho, aunque se les debiera escuchar más. Ya lo decía san Agustín: “Hay que hablarles menos de Dios y más a Dios sobre ellos”. Ofrecerles simplemente doctrinas, y algunas bien alejadas, conduce a poco.

Grima da escuchar algunas cosas que se dicen en retiros y convivencias creando una masa juvenil guerrera. Tengo un manojo de anécdotas que, de contarlas, les haría saltar del butacón en donde amablemente, tal vez, lean esta crónica. Y esto de impartir doctrina y subirnos a la piedra del campamento con el silbato en la boca se nos da muy bien…

“Los jóvenes siguen sin entender nuestro lenguaje y propuestas,
realizadas al margen de ellos, y muchos
han entrado en una espantosa vorágine religiosa militante
que da miedo pensar en cómo acabará”.

Pero las cosas han cambiado y no son como cuando éramos jóvenes y, con una guitarra, una camiseta de Camilo Torres y unos versos de Neruda, solucionábamos un campamento de verano. No, no, no. La cosa es muy, pero que muy distinta, y los focos de interés de los jóvenes están mucho más lejos de donde creemos. Los juzgamos desde nuestra nostálgica juventud, y así nos va.

En la pasada Asamblea Plenaria estuvieron en el centro de su interés. Hablaron de ellos, recordaron los días felices del verano de la JMJ, trajeron al hemiciclo la alegría de los Días en las Diócesis y todo eran palabras y parabienes y un plan pastoral en lontananza. No sé cómo habrán participado los jóvenes en ese plan. Dudo que se les haya preguntado, a no ser que hayan rellenado algún formulario un manojo de jóvenes muy marcados y muy en la órbita de lo que se quiere decir. Se ha propuesto un gran congreso y se les ha dicho que se les quiere.

Mientras tanto, los jóvenes siguen sin entender nuestro lenguaje y propuestas, realizadas al margen de ellos, y muchos han entrado en una espantosa vorágine religiosa militante que da miedo pensar en cómo acabará. En España todo lo arreglamos con congresos, pero eso sí, si son organizados por nosotros. Lo contrario no vale. Cuando venga el Señor en su Gloria no nos va a encontrar unidos, sino reunidos en algún congreso.

Habrá que analizar el lenguaje apocalíptico que usamos, las acusaciones larvadas que cada día hacemos de los jóvenes como nihilistas, relativistas, hedonistas y malvados a los que hay que redimir. Hora es de que se les reconozca su nervio juvenil y su mirada limpia y que los dejemos de tanta acusación para, simplemente, acompañarlos serenamente en el camino de la vida. No sé qué pensarán de sus hijos muchos padres que solo escuchan de la Iglesia una radiografía tan tétrica que les llevará a decir: “¿Pero realmente mis hijos son tan malos y están tan vacíos?”.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

En el nº 2.779 de Vida Nueva.

 

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir