JOAQUÍN L. ORTEGA | Sacerdote y periodista
“El área artística y cultural de la Iglesia española alcanza una magnitud y una densidad de alto nivel. De ahí que ocurran en su seno avatares sin cuento. El 2011 no podía ser una excepción”.
El área artística y cultural de la Iglesia española alcanza una magnitud y una densidad de alto nivel. De ahí que ocurran en su seno avatares sin cuento. El 2011 no podía ser una excepción.
Ya en la primavera florecieron Las Edades del Hombre, en etapa nueva de su trayectoria: la exposición en templos no catedralicios. La suerte recayó en ambas Medinas vallisoletanas, la del Campo y la de Rioseco. Esta novedad bipolar ha recogido una cosecha de 400.000 visitantes ya avanzado el otoño.
Las Edades han estado a su altura estética. Pero los más avisados han percibido un toque de laicidad. Mayor intervención del brazo secular, la Junta de Castilla y León. Las Edades nacieron como una catequesis plástica a costa del patrimonio artístico. Ahora se perfilan más como una “marca comercial”. Habrá que ir viendo.
A la llegada del verano estalló la bomba. El valiosísimo y archifamoso Códice Calixtino se esfumó de su blindada vitrina catedralicia y a estas alturas del año no hay pista alguna para su recuperación. El robo se podría parangonar con la desaparición de la Gioconda del Louvre parisino, siendo el códice jacobeo culturalmente mucho más rico. Habrá que esperar a que con la ayuda del tiempo y de la policía científica vuelva a su nido como volvió la Gioconda.
El destrozo para el patrimonio religioso que representa tal pérdida hay que sumarlo a la alarma que un cura burgalés y bien entendido lanzaba en primavera en su obra Las mil y una iglesias de la diócesis de Burgos. En ella se denuncia el deterioro galopante del patrimonio en el dilatado ámbito rural. En la lista de Gómez Oña hay 150 iglesias “en estado de ruina o acusado deterioro”. Con la coletilla de que no pocas de ellas son románicas. Tal riesgo no es solo ni burgalés ni castellano-leonés, por desgracia.
Un momento de gloria para el tesoro religioso español llegó con la JMJ de agosto. En algunos de los actos madrileños convivieron eficazmente la fe y el arte mediante la presencia de piezas estelares del Barroco castellano, andaluz o murciano que desfilaron por la Castellana atestada de gente.
La cumbre de este feliz encuentro del arte y la piedad se alcanzó en Cuatro Vientos, en torno al papa Benedicto XVI y ante la soberana custodia de Arfe traída de Toledo.
Así, el ciclo anual se cerró otra vez en presencia del papa Ratzinger a las puertas del invierno 2011. En la misma plaza romana de San Pedro se desarrolló una exposición sobre Antonio Gaudí y su templo barcelonés de la Sagrada Familia. Conviene recordar que Benedicto XVI consagró tal templo a su regreso de Compostela, en noviembre de 2010. Pero recuérdese también que el mismo Papa había dirigido a los artistas, en noviembre de 2009, un histórico discurso sobre la deseable convivencia entre el arte y la fe. ¿No se da esa feliz concomitancia en Antonio Gaudí, cuyo proceso de beatificación va viento en popa?
En el nº 2.782 de Vida Nueva. Número especial Navidad–Fin de año 2011