Editorial

Más cardenales, escasa universalidad

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EDITORIAL VIDA NUEVA | El Papa ha anunciado que el próximo 18 de febrero celebrará un consistorio en el que creará 22 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio. Si bien el Pontífice recordó que los nuevos cardenales “provienen de varias partes del mundo y desarrollan diversos ministerios al servicio de la Santa Sede o en contacto directo con los fieles, como Padres y Pastores de Iglesias particulares”, la verdad es que se detecta en su composición una geografía curial, con nombres procedentes de organismos ligados a la Santa Sede.

Buena parte de los nuevos cardenales forman ya parte de la Curia romana y están al frente de algunos dicasterios. El único español es Santos Abril y Castelló, arcipreste de la Basílica Papal de Santa María la Mayor. También relacionado con España está el portugués Manuel Monteiro de Castro, anterior nuncio en nuestro país. El colegio cardenalicio tiene, pues, ecos españoles, si bien aún esperan algunos titulares de diócesis que, tradicionalmente, han ostentado la púrpura cardenalicia.

Un nuevo consistorio que no ha llegado a gustar del todo.
Un peso curial en el que se advierte poca presencia
de todo el ámbito geográfico eclesial
y con ausencias destacadas.

Un nuevo consistorio que no ha llegado a gustar del todo. Un peso curial en el que se advierte poca presencia de todo el ámbito geográfico eclesial y con ausencias destacadas. Sedes importantes siguen sin cardenales y ya hay quien habla de un numeroso colegio cardenalicio, con una gran cantidad de eméritos, con un color excesivamente italiano, y que sigue con la costumbre de nombrar a algunos jubilados como premio a su vida pastoral y de entrega a la Iglesia. La escasa variedad, de cara al futuro, preocupa.

Benedicto XVI, a la hora de anunciar los nombres de los nuevos purpurados, dijo que, “como se sabe, los cardenales tienen la tarea de ayudar al Sucesor del apóstol Pedro en el desarrollo del su ministerio, de confirmar a los hermanos en la fe y de ser principio y fundamento de la unidad y de la comunión en la Iglesia”.

Y es verdad. Sin embargo, una de las funciones de más calado, y que exige una gran responsabilidad, es la tarea de elegir al nuevo Papa. La procedencia geográfica de los cardenales, aquellos de los cuales, con menos de ochenta años, serán llamados a participar en un cónclave, hace que sea muy importante el diseño del Colegio Cardenalicio.

La creación de nuevos cardenales puede abrir
el campo a algunos perfiles concretos,
poniéndolos en el camino para suceder al Papa.

La universalidad de la Iglesia, el aspecto destacado de algunas diócesis en el mundo, la trayectoria de los prelados que son ascendidos al honor cardenalicio, debe pesar, y mucho, en esta tarea. Por ello, no es baladí el nombramiento de cardenales ni se puede considerar solo un mero premio a la vida pastoral. No se debe de perder de vista su aspecto de futuro.

Por eso, la creación de nuevos cardenales puede abrir el campo a algunos perfiles concretos, poniéndolos en el camino para suceder al Papa y, por otro lado, puede entorpecer que algunos prelados se encuentren en la condición de ser papables. Y es esta una cuestión importante.

Ha habido voces en la Iglesia que han abogado por la supresión del cardenalato. Y lo han hecho con razones teológicas y eclesiológicas. Pero lo importante es que, con esta o con otra figura, es necesario que se cuide el perfil y la misión de un cuerpo llamado a marcar la historia de la Iglesia. Hora es de continuar perfilando un organismo de tanto peso para el futuro.

En el nº 2.784 de Vida Nueva. Del 14 al 20 de enero de 2012.

 

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