Autora de ‘Las personas mayores. Aproximación a una realidad’ (Perpetuo Socorro)
J. L. CELADA | Durante tres décadas profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social, en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas, Rosario Paniagua Fernández, gerontóloga onubense, acaba de publicar Las personas mayores. Aproximación a una realidad (Perpetuo Socorro), un libro destinado “no solo a las personas mayores, sino a familiares, profesionales, voluntarios y cuantas personas tengan proximidad con este grupo social”.
– ¿“Vende” hoy hablar de los mayores en una sociedad tan preocupada por encontrar la fórmula de la eterna juventud?
– Vender tal vez no, pero me muevo en otra perspectiva. Deseo que mi libro llegue al mayor número de personas, que llegue a la gente mayor y les ayude a envejecer positivamente; y que llegue a la gente menos mayor y les sirva de orientación para acompañar y cuidar, cuando sea necesario. Hay compensaciones muy sutiles e invisibles a los ojos, y, para mí, una de ellas es hablar, escribir, acompañar, cuidar a las personas mayores, grupo social muy numeroso y en franco crecimiento desde las últimas décadas del siglo XX.
– ¿De dónde nace su interés por el tema?
– Viene de muy lejos, y nace de mi propia experiencia personal. Entré en el mundo de los mayores por la hermosa y difícil tarea de cuidar a mi madre enferma de alzheimer; se me hizo profesión y lo vivo con pasión cada día. Cuando empecé a cuidar quería saber más para cuidar mejor, y me encontré con el mundo apasionante de la Gerontología. Dentro del Trabajo Social, me he formado en mayores en sus vertientes de: intervención, cuidados, cuidadores, prevención de la violencia, voluntariado de mayores, la cultura en todas las edades, temas recogidos en este libro.
– ¿Por qué se discrimina a los ancianos, si es nuestro destino natural?
– Es un error no ver más allá de la apariencia. Y, si es así, la sociedad se pierde mucho, las jóvenes generaciones se pierden mucho, todos perdemos mucho, pues los mayores son un caudal de sabiduría y experiencia que solo se logra tras haber vivido muchos años. Existe la llamada generatividad, que es la necesidad de las personas mayores de perpetuarse en otros, de narrar, de revivir contando; y, si a eso no se le da cauce, se pierde…
Hay que poner freno a la discriminación por edad que existe en el campo sanitario, cultural, político, participativo… La Comisión Europea ha declarado 2012 el Año del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional. Me agrada que salga ahora este libro, que hace una apuesta decidida en idéntica dirección.
– ¿Cómo descubrir en la vejez un horizonte de posibilidades, cuando la edad parece indicar lo contrario?
– Los mayores no constituyen un grupo homogéneo. Está integrado por personas muy diferentes, y hay quienes se toman la vida muy bien, con ganas de escribir una segunda biografía a partir de la jubilación, con ganas de formarse, ayudar a otros, ejercer la abuelidad, colaborar en movimientos sociales, dar su tiempo, disfrutar del placer de la pausa, etc., y esto abre un horizonte de posibilidades. El ser mayor no significa estar enfermo, sino que se han cumplido años, se ha vivido en otra época, se han visto muchos rostros, se han tenido muchas pérdidas…, pero se puede vivir esta etapa como un continuo de posibilidades.
Pero quisiera mencionar aquí a los mayores con debilidades, a los que hay que dispensar cuidados de calidad. Para ello se hace indispensable el apoyo a las familias. El mundo del cuidado es un ámbito de donación sin límites, de devolución de amor, pero se ha de afrontar con ayudas, para llegar hasta el final en las mejores condiciones para el cuidado y el cuidador. No todas las personas pueden asumir la tarea de cuidar, y esto hay que considerarlo sin culpabilizar.
En el nº 2.790 de Vida Nueva.