JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Sor Inmaculada es una religiosa corazonista que ha salido en los periódicos por frenar el inminente desahucio de una familia cuyos hijos cursan estudios en su colegio…”.
En las últimas semanas, la Iglesia ha estado en boca de medio mundo, y no precisamente por una actitud ejemplarizante: acusaciones de corrupción, blanqueo de dinero, intrigas curiales que denotan una búsqueda del poder demasiado mundana, delirantes complots…
Era difícil no sentir una punzada de dolor ante el exhibicionismo de tantas miserias morales en una institución que tendría que ser redentora de todas ellas. Lo reconocía un apesadumbrado Benedicto XVI en una reflexión que ha tenido menos eco del que merecía. “Se habla tanto de la Iglesia de Roma, se dicen muchas cosas: esperemos que se hable también de nuestra fe”.
Pero, realmente, ¿se habla de la fe? ¿La reconocemos actuando en medio de nosotros? ¿La perciben nuestros contemporáneos como un elemento de sentido y transformador en las vidas, o solo la relacionan con las púrpuras y la filigrana de la puntilla que brindan estos días las televisiones?
Sor Inmaculada es una religiosa corazonista que ha salido en los periódicos por frenar el inminente desahucio de una familia cuyos hijos cursan estudios en su colegio. Su caso saltó a las redes sociales, donde la apodaron la monjaflauta, cosechando rápidamente las simpatías de la variada fauna que pulula por ellas.
Ante la extrañeza que causó su actuación, la religiosa mostró, a su vez, la suya por que extrañase una actitud que forma parte del ADN de su fe, de su entrega y compromiso: “La Iglesia es un motor social y la entidad que más se ha ocupado siempre de los desfavorecidos”, dijo, citando a Cáritas.
Y ahí, algunos habrán descubierto con sorpresa que Cáritas y la Iglesia son lo mismo, más acostumbrados a identificar a esta última con unos señores muy serios, de quienes no relacionan que lo que dicen tenga mucho que ver con lo que entienden quienes son pasto de la Nueva Evangelización que es la fe. Así pues, para el cercano Año de la fe, ojalá salgan también a escena algunos frailes, sacerdotes, laicos y obisposflauta. Que haberlos, haylos.
En el nº 2.790 de Vida Nueva.