FRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga
“Es así como Dios se erige en presunto artífice de un diseño inteligente, o rellenador de los huecos para los que la ciencia todavía no tiene explicación…”.
La Universidad de Oxford ha rememorado aquel histórico debate que mantuvieron en 1860 Samuel Wilberforce, obispo oxoniense, y el biólogo Thomas H. Huxley. El asunto sobre el que discutieron fue el rechazo o la defensa de las tesis darwinistas, y se puede deducir con facilidad qué papel asumió cada quien…
El mismo que han desempeñado, en esta versión actualizada de la controversia, Rowan Williams, obispo de Canterbury, y el científico Richard Dawkins. Si bien con matices, pues las posiciones de la Iglesia anglicana se sitúan ahora a favor del evolucionismo, teoría con una evidencia empírica más que comprobada, pero que, desde el punto de vista teológico, responde a un propósito superior, más allá de la simple sucesión de los hechos.
Es así como Dios se erige en presunto artífice de un diseño inteligente, o rellenador de los huecos para los que la ciencia todavía no tiene explicación. Con estos planteamientos, más propios de un afán por salvar los muebles, pretenden los anglicanos alejarse de las tesis creacionistas.
En nuestro caso, antes que formular hipótesis oportunistas, seguimos a la búsqueda del convencimiento total, pero siempre con el regusto precavido, prolongado en el tiempo, con que les gusta hacer las cosas a nuestros teólogos.
Mientras tanto, qué tristeza me produce saber que este debate redivivo surge por el protagonismo del tema en la opinión pública británica. ¿Alguien se atrevería a pronosticar un éxito parecido, con la misma repercusión mediática, en nuestro país?
En el nº 2.795 de Vida Nueva.