JESÚS SÁNCHEZ ADALID | Sacerdote y escritor
“Cada vez se ve más difícil alcanzar el más mínimo vislumbre de la grandeza de aquellos días en que la raza humana aún no se había apartado de su armonía con la creación y con el creador…”.
Una especie de locura parece inspirar la marcha de los asuntos humanos. Es algo acerca de lo que muchos van emitiendo diversos diagnósticos. La sociedad padece profunda decepción y angustia; está enferma, carece de valores y respeto por el prójimo, lo que explica que hayamos terminado viendo como normal cosas que no lo son.
El racionalismo exacerbado es incapaz de restituir la sencillez y salud del alma. Porque es fruto de la voluntad de dominio del mundo a través de la tecnología y expresión de una actitud hedonista y codiciosa.
Tras un siglo XX sembrado de guerras y conflictos, asistimos al final de todas las utopías e ideologías políticas. El único valor que parece que está en alza es el dinero y el placer.
Paradójicamente, las sociedades más prósperas y avanzadas son las más enfermas. Y el progreso de la medicina se frustra ante el aumento de enfermedades psíquicas y psicosomáticas. El pensamiento y la filosofía, la certeza o la racionalidad están en un callejón sin salida. La gente busca sin encontrar y mira sin ver, cansada de guías ciegos.
Así, cada vez se ve más difícil alcanzar el más mínimo vislumbre de la grandeza de aquellos días en que la raza humana aún no se había apartado de su armonía con la creación y con el creador.
Sin una transformación del propio ser, sin recuperar la fe en el Dios que hace nuevas todas las cosas, el mundo no sanará. Será la oración, íntima, confiada y humilde, sin muchas palabras, la que alcanzará la salud.
En el nº 2.798 de Vida Nueva.