Transparencia comunicativa

Sebastia TaltavullSEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

“Muchos nos preguntamos con preocupación: ¿cómo ayudar a quienes, bajo el anonimato mediático, renuncian a toda transparencia y a ser agentes de comunión?…”.

El medio informativo da noticia de las inmensas posibilidades de la comunicación, gracias a las tecnologías que se aplican. Su campo es ilimitado y abundan la diversidad de actitudes y visiones, tanto objetivas como interesadas.

La Iglesia no queda exenta de este foro y, mientras unos están haciendo un trabajo excelente de comunicación transparente a favor de las personas y de la extensión del Evangelio, otros caen continuamente en aquello que Jesús siempre censuró: la injuria, la difamación y el juicio condenatorio, contando a la vez con grupos mediáticos que les dan cobertura.

Esta última actitud no tiene justificación alguna cuando se hace de la mentira el estilo habitual y la calumnia se cierne sobre personas cuya dignidad es digna de respeto y que han entregado su vida a la misión que les ha sido confiada, llamados a ser, como todo cristiano, un signo visible del amor de Dios.

Solo esta transparencia, la limpieza de corazón –dice Jesús–, nos capacita para ver a Dios. No seamos de los que la impiden.

“En esto conocerán que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros”. Hacer lo contrario, atacando sin piedad y desde la cobardía a otros hermanos y hermanas en la fe, vela la transparencia comunicativa, hiere la salud personal y colectiva, impide el acceso a Jesús, va contra su mensaje evangelizador y no respeta el más elemental de los derechos de quienes ven atropellada su dignidad y condenada a quedar siempre herida.

Todos tenemos el derecho a corregir a otra persona si es que la recta conciencia lo pide y es para su bien. Sin embargo, y por encima de todo, tiene que prevalecer la actitud evangélica de hablar primero con ella, en privado, con afecto y no esparciendo a los cuatro vientos sus defectos, más aún, comprendiendo y perdonando, si hace falta.

Muchos nos preguntamos con preocupación: ¿cómo ayudar a quienes, bajo el anonimato mediático, renuncian a toda transparencia y a ser agentes de comunión?

En el nº 2.798 de Vida Nueva.

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