FRANCISCO M. CARRISCONDO ESQUIVEL | Profesor de la Universidad de Málaga
“Porque hemos visto tantas veces reproducidos estos hitos en los manuales de historia. De ahí que conmueva haberse apartado por un momento de la copia y comunicarse directamente con el original…”.
Con motivo del cuarto centenario de la fundación de su Archivo Secreto, el Vaticano ha organizado la exposición Lux in Arcana, visitable en los Museos Capitolinos de la Ciudad Eterna hasta el mes de septiembre.
Calificar de secreta esta institución no se debe al prurito de atribuirle una dimensión esotérica. El adjetivo ha de entenderse no con su significado más usual, sino el etimológico, el propio del latín secretum. Es así como –envueltos por un hermoso joyel– se encierran 2.000 años de historia relativa a civilizaciones que no son solo la nuestra, acorde con el universalismo inherente de la Iglesia católica, en contacto continuo, desde siempre, con el resto de culturas y religiones presentes en nuestro mundo.
Fue a comienzos de la primavera cuando –alojado, gracias a la hospitalidad trinitaria que es marca de la casa, en San Carlo alle Quattro Fontane– tuve la oportunidad de contemplar, en un único escenario, la bula de excomunión de Lutero, las actas del proceso contra Galileo, cartas de Erasmo, Copérnico, Voltaire, Lincoln, Jefferson, de las reinas María Estuardo y María Antonieta, de emperadores orientales, de la emperatriz Sissí…
Porque no es secreto al uso lo que es de todos conocido. Porque hemos visto tantas veces reproducidos estos hitos en los manuales de historia. De ahí que conmueva haberse apartado por un momento de la copia y comunicarse directamente con el original, por cuyo valor para la humanidad debe mantenerse, para siempre, a buen recaudo.
En el nº 2.803 de Vida Nueva.