Alegría y ‘bien-ser’

gente parados desempleados haciendo cola ante una oficina del INEM

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JOSÉ MORENO LOSADA, consiliario general del Movimiento de Profesionales Cristianos | La alegría es una emoción fundamental para la realización de la existencia humana. La buscamos y necesitamos para poder ser y alcanzar la identidad propia de una vida que se considera digna y llena. [Alegría y ‘bien-ser’ – Extracto]

Los caminos para alcanzarla han ido desde lo más básico, como cubrir la necesidades elementales, hasta el poder alcanzar deseos, cuando no caprichos, que nos llenan de sensaciones placenteras. Pero esto que parece tan fácil, no tiene itinerarios claros, sino más bien ambiguos y tortuosos.

José Moreno Losada, sacerdote, consiliario Profesionales Cristianos Badajoz

J. Moreno Losada

¿Cuántos ciudadanos hoy responderían afirmativamente si les preguntamos si se sienten felices? ¿Qué responderían los millones de parados o los que consumen antidepresivos y ansiolíticos, los fármacos que más se dispensan? ¿Y los ancianos? ¿Y nosotros mismos?

Necesitamos un discernimiento profundo, ahora más urgente y grave por la crisis que padecemos: el que se refiere a la relación entre bien-estar y bien-ser como camino de alegría y felicidad.

Cuando se impone el bienestar en la sociedad como criterio de realización y felicidad, pronto aparece la clave de la seguridad como elemento fontal de la alegría plena y el individuo se ve llamado a competir y defenderse para poder asegurarse el éxito que garantiza cierta plenitud en el bienestar; pero esta alegría o felicidad se convierte en dependiente de elementos externos que necesitan el reconocimiento de los otros, y eso es darle la llave de la alegría a poderes que son extraños: mercado, consumo, dinero, posición social…

Entonces vivimos desde la lucha, pero sobre todo, desde el miedo. Un miedo que tiene componentes humanos muy distintos: están los que lo provocan porque sus decisiones imponen o quitan bienestar con una fuerza superior (los mercaderes); los que sufren el miedo y el dolor de una cruz pesada (pobres, parados, inseguros…), y que son los más.

Los que por miedo se paralizan y solo quieren seguir seguros, y aunque se dan cuenta de la maldad del sistema y del sufrimiento de los otros, solo se preocupan de no tentar a los que tienen poder y asegurar su cuota pequeña de “felicidad segura” en su pobre individualidad y parcela afectiva y placentera (clase media).

En este cambio de época,
los cristianos tenemos que alegrar
con la buena noticia a esta sociedad,
sobre todo a los más pobres.

Pero también están los que se enfrentan al miedo, a los que lo causan, a los que lo sufren, poniéndose a su lado y entendiendo la historia desde ellos (pobres y crucificados siempre presentes en la historia); interpelando a los que se adormecen y se venden por pequeños platos de lentejas de la seguridad (la sociedad acomodada con un bienestar parcelado y excluyente); los que se arriesgan y se abrazan a la cruz no para perpetuarla, sino para transformarla.

Estos han entendido que el bienestar requiere del bien-ser para ser auténtico y humano, y que no pueden doblegarse y entregar ese bien-ser para asegurar el bien-estar, porque este, sin aquel, es engañoso, y aunque aparentemente otorga alegría, no es verdadera, porque se asienta sobre caprichos, injusticia y mentiras, y se convierte en causa de pena y tristeza para los más débiles; y sabemos que toda alegría que suponga dolor y tristeza para otros no deja de ser un sucedáneo de lo verdadero.

Dicen que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época; sea como sea, esta crisis está generando una preocupación y un miedo que se apropia de la alegría de la sociedad y produce tristeza y, consecuentemente, desesperanza y posturas conservadoras y defensivas.

Esta cuestión es fundamental para los cristianos en la sociedad, ya que somos los tocados por la gracia, tenemos razón para la alegría y se ha puesto en nuestras manos el Evangelio para alegrar con la buena noticia a todos los hombres, especialmente a los que más sufren.

La nueva evangelización ha de recorrer en este cambio de época, y en esta situación de crisis, los caminos que conduzcan a la verdadera alegría: la que nadie nos puede quitar porque ya es completa al ser un don del Resucitado. Necesitamos volver a nuestro fundamento evangélico para recobrar la teología de la verdadera alegría, de la que nos hablaba Jesús al presentarnos el Reino de los cielos como un tesoro en el campo, que al encontrarlo el hombre ,“por la alegría que le da”, lo entrega todo para no perder nunca esa alegría del Reino.

En el nº 2.805 de Vida Nueva.

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