En general, las manifestaciones sobre el resultado de Río+ 20 no fueron muy efusivas. El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon valoró el esfuerzo de concertación dado lo antagónico de los intereses pero expresó su decepción ante la falta de ambición de la Declaración Final
El centro de la mayoría de los debates fue la Declaración Final que suscribieron los miembros de las Naciones Unidas. El texto, titulado “El futuro que queremos”, consta de 59 páginas y 283 numerales organizados en 6 grandes apartados:
El texto completo está disponible en la red, en la página de la O.N.U. (http://www.uncsd2012.org/rio20/thefuturewewant.html). Fue aprobado por unanimidad pese a algunos reparos de los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Seguramente será un documento de estudio y debate en todos los sectores de la sociedad durante los próximos años.
Pero para comprender el texto es importante conocer un poco más del contexto en el que se elaboró, pues fueron varios los eventos correlacionados con las discusiones que dieron como resultado la Declaración Final:
Otras posiciones más moderadas, rescatan los acuerdos logrados, destacan algunos avances en temas específicos como lo relacionado con los océanos, los empleos verdes y el foro político de alto nivel para el desarrollo sostenible que se creará al interior de la ONU y ven en los Objetivos del Desarrollo Sustentable (que a partir del 2015, reemplazarían los Objetivos del Milenio) una oportunidad para construir caminos comunes en función de articular el crecimiento económico con la erradicación de la pobreza y la protección de la naturaleza.
Uno de los momentos más emotivos de la Cumbre fue la intervención del Presidente de Uruguay, José Mujica, quien hizo una profunda disertación afirmando que “el primer elemento del medio ambiente se llama la felicidad humana”. Esta intervención ha sido ampliamente divulgada en la red y marca un hito por cuanto introdujo la reflexión filosófica y del sentido de la vida en un ámbito pragmático de decisiones políticas interesadas en preservar la economía relegando a un segundo plano la vida humana y la salud del Planeta.
Con el lema “Venga a reinventar el mundo”, un colectivo plural conformado por redes de la sociedad civil brasileña, convocó a la Cumbre de los Pueblos para Justicia Social y Ambiental, contra la mercantilización de la vida y en defensa de los bienes comunes. La Cumbre, que se llevó a cabo entre el 15 y 23 de junio, planteó tres ejes articuladores:
Una mirada desde las ciencias sociales al hecho religioso, la consideración misma del fenómeno y una reflexión teológica podría contribuir a identificar los rasgos característicos de esta manera de dialogar con lo Absoluto y validar la hipótesis que asegura que la ecología se ha convertido en un nuevo espacio para vivir lo sagrado.
De otro lado, en el seno de las grandes religiones se perciben signos de vitalidad. La carpa organizada por el Consejo Mundial de Iglesias, señaló un giro en la comprensión del diálogo interreligioso: ya no se trata tan sólo de reunirse a orar juntos y compartir relatos de sabiduría. Las religiones se encuentran para trabajar por la promoción de los derechos. Tanto los humanos como los de la Madre Tierra.
En el caso del cristianismo, además de la importante financiación que algunas agencias europeas de desarrollo aportaron, se realizó un evento con algunas organizaciones católicas para reflexionar sobre agroecología y seguridad alimentaria. Por su parte, Pax Christi Internacional se interesó en recoger criterios y experiencias relacionadas con la justicia ambiental en zonas donde la minería a gran escala amenaza con destruir los ecosistemas y desplazar a la población.
Asimismo, el Vaticano envió un mensaje fijando su posición ante la Cumbre en el que se resalta que “en el centro del desarrollo sostenible está la persona humana” y que es urgente “encontrar una forma de combinar los conocimientos técnicos, con un sólido enfoque ético basado en la dignidad de la persona humana”. También se destaca el esfuerzo conjunto de las iglesias evangélicas de Alemania que elaboraron el documento “Preservar la tierra, don de Dios para todas las criaturas” en conjunto con los Obispos Católicos de ese país.
En general, en Río se apreció el aporte de las comunidades indígenas, Hare Krishna, Baha’i, religiones de origen africano, otros movimientos cristianos, todos ellos interesados en rescatar la perspectiva espiritual de las soluciones ante la crisis ecológica.
En este sentido, los estudios bíblicos, la recuperación de la Tradición y la interpretación de la realidad ecológica a la luz de la teología, se convierten en una imperiosa necesidad y un aporte del cristianismo católico a la humanidad.
Básicamente lo que hay de fondo es un conflicto de valores y por eso, el papel de las religiones puede ser definitivo para dilucidar qué es lo verdaderamente importante. Obviamente, hay asuntos filosóficos muy polémicos como la polarización entre el antropocentrismo, ecocentrismo o biocentrismo, o la comprensión de la naturaleza como objeto, sujeto o simple escenario de la realización humana.
Pero si el reclamo al capitalismo pasa por haber cosificado a la naturaleza y maltratarla como un recurso, olvidándose de su perspectiva sagrada y valoración como Madre, lo que implica una relación respetuosa y afectiva, las grandes religiones pueden recordar el profundo significado de la Creación. Si la queja a la civilización occidental tiene que ver con el consumismo desaforado, la perspectiva budista del deseo y el desapego, o el sentido de la pobreza evangélica, por ejemplo, pueden contribuir a recuperar estilos de vida más sobrios y sustentables. Si la discusión de fondo, es la manera como los seres humanos creemos que podemos ser felices, hay una sabiduría propia del Evangelio que invita a amarnos como hijos e hijas de un mismo Padre, y compartir los bienes de la Creación como un sentido de gratuidad y alabanza. Finalmente, Dios se ha revelado como el Dios de la Vida en abundancia (Jn 10,10), el amante de todo lo que ha creado (Sab 11, 24). Su Espíritu, la “Ruah”, transparentada en la Madre Tierra, su Creación, se percibía actuando en esa Torre de Babel que fue Río + 20 para suscitar un Pentecostés de comunión cósmica y alianza fraterna.
De ahí que además de la dimensión proclamativa (Dios es el Creador), manifestativa (Dios tiene un proyecto para la Creación de la cual la humanidad hace parte), es urgente recuperar el profetismo ecológico por el que se actúa según la justicia divina respecto a su Creación. En un país en donde abundan viñas de Nabot y muchos Ajab gozan de poder (1 Re 21) , es imprescindible “buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos.” (DA 474 c).Ese sí que es el futuro que queremos. VNC
Pepe Mujica: el profeta
¿Qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? El mundo tiene los elementos hoy, materiales como para hacer posible que dos mil, siete mil, ocho mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales ¿Será posible?
¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que estamos todos juntos en una economía que está basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
Venimos a la tierra intentando ser felices, porque la vida es corta y se nos va. Porque ningún bien vale como la vida y esto es elemental. ¿Pero si la vida se me va a escapar trabajando y trabajando para consumir?
No podemos indefinidamente continuar gobernados por el mercado sino que tenemos que gobernar el mercado. Pobre no es el que tiene poco sino que verdaderamente pobre es el que necesita mucho y desea más y más. Esta es una clave de carácter cultural.
Cuando luchamos por el medio ambiente, el primer elemento del medio ambiente se llama la felicidad humana.
José Mujica, presidente de Uruguay en la cumbre de desarrollo sostenible de Río de Janeiro.