FRANCISCO JUAN MARTÍNEZ ROJAS | Deán de la Catedral de Jaén y delegado diocesano de Patrimonio Cultural
“La feria Diké se presenta como un ambicioso proyecto cargado de futuro, que fomentará la conciencia del irrepetible valor del patrimonio cultural eclesiástico…”.
La mitología clásica llamó Diké a la personificación de la justicia. Pero si alguien lo busca en Internet, además del consabido artículo de Wikipedia, encontrará la referencia a una realidad que nada tiene que ver con la mitología: el Salón Internacional de Patrimonio, Bienes e Itinerarios Religiosos, cuya primera edición se celebra en Valencia del 14 al 17 de septiembre de este año.
Este proyecto parte de un hecho innegable: a lo largo de su más que bimilenaria historia, el cristianismo ha contribuido a la formación de diversos modelos culturales, entre los que destaca el occidental, que se ha expresado a través de multitud de cauces: un rico patrimonio histórico-artístico que engloba pintura, escultura, música, arquitectura, etc., y que ha servido para expresar y transmitir el misterio cristiano; carismas de vida como el monacato o realidades que articularon por vez primera en el medievo al Viejo Continente, como las peregrinaciones a Roma y a Santiago de Compostela.
Ese rico legado cultural representa un amplio abanico de posibilidades evangelizadoras, cuya conservación y difusión es obligación prioritaria de los creyentes, aunque su significado cultural vaya más allá de los límites visibles de la Iglesia.
Por ello, la feria Diké se presenta como un ambicioso proyecto cargado de futuro, que fomentará la conciencia del irrepetible valor del patrimonio cultural eclesiástico, y que evidenciará el potencial económico que el legado cultural de la fe ofrece en una crisis financiera.
En el nº 2.812 de Vida Nueva.