ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid
“La Conferencia Episcopal Española ha publicado recientemente un gran documento sobre el amor humano y la familia (…); podrá ser una pieza fundamental para la nueva evangelización…”.
La Conferencia Episcopal Española ha publicado recientemente un gran documento sobre el amor humano y la familia, dos realidades fundamentales que mutuamente se complementan y reclaman.
Ya de entrada, el documento es como un hermoso canto al erotismo humano, un don divino a la pareja, que recuerda el Cantar de los Cantares de la Biblia. Bien se podría decir que así como Dios ha impuesto a los animales la necesidad de comer para mantener al individuo, así ha impuesto el instinto genésico para conservar la especie.
Y para facilitar esos deberes, los ha rodeado del placer de la comida o de la cópula, si bien en el ser humano sean mucho más grandes, por estar creado a imagen de Dios. Aunque el placer no sea un fin, que es la procreación, sino un medio, pero es un medio divino y religioso, querido y concedido por el Creador.
Junto a esta condición de la pareja, y como fruto de la misma, generalmente se da la procreación de los hijos, a la vez fruto y lazo del amor entre los padres. Aun antes de la familia cristiana, que aporta riquezas especiales que la Iglesia promueve, también defiende la familia natural, como fuente y cimiento de toda sociedad.
Porque la familia es el espacio idóneo no solamente de la procreación, sino de la educación y socialización del ser humano, aportando a la sociedad riquezas incalculables, que es justo reconocer y apoyar, con legislaciones y normas que ayuden y estimulen al matrimonio.
Este hermoso documento podrá ser una pieza fundamental para la nueva evangelización, pero requiere su recepción por parte del resto de la comunidad cristiana por medio de la predicación, los catecumenados prematrimoniales, las clases de religión, congresos, divulgación en los medios de comunicación social, etc.
La familia es una gran empresa, que solo puede llevarse con un gran amor humano, que en Cristo se convierte en caridad divina.
En el nº 2.816 de Vida Nueva.
