FRANCESC-XAVIER MARÍN, islamólogo | Un tráiler de 14 minutos disponible en YouTube y Facebook desde el pasado mes de julio ha provocado una airada reacción en gran parte del mundo islámico. [Frente a la ofensa y la cólera, el diálogo – Extracto]
El productor, que se registró en el Sindicato de Actores bajo el pseudónimo de Sam Bacile y se presentó a sí mismo como un estadounidense de origen judío que había recibido cinco millones de dólares de un centenar de donantes anónimos judíos, es en realidad Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto condenado en 2009 por fraude bancario.
La policía interroga también a Steve Klein, consultor de la película, miembro de distintos grupos antimusulmanes que irrumpieron en los medios de comunicación de California en 2010 al oponerse violentamente a la construcción de una mezquita en Temecula. Klein, que pertenece a los fundamentalistas cristianos, solicitó la difusión de la película al polémico pastor de Florida Terry Jones, que en 2011 organizó una quema pública de un Corán. La policía norteamericana ha detenido también a otros nueve cristianos coptos de origen egipcio involucrados en la realización de la película.
Gracias a la demanda judicial presentada por los actores, ahora sabemos que en julio de 2011 fueron contratados para rodar una película que iba a titularse –según se comunicó a las agencias de casting– Desert Warrior. La cinta, de dos horas de duración, se estrenó en Hollywood a finales del pasado mes de junio con el título de Innocence of Muslim.
Según la demanda, se manipularon las escenas grabadas sobre un croma y se modificaron en posproducción los diálogos originales, que ya no explicaban las peripecias sexuales de un personaje llamado George en el Egipto de 1800, sino que presentan al profeta Mahoma como un mujeriego, homosexual, violador de niños y asesino despiadado.
Reacciones violentas
Las reacciones violentas de algunos musulmanes, que sienten heridos sus sentimientos religiosos, se han extendido a todo el mundo árabe y a algunas ciudades occidentales. Ha habido centenares de heridos y, como mínimo, la muerte de Christopher Stevens y tres miembros más del Cuerpo Diplomático norteamericano en Libia, aunque las autoridades libias desvinculan esta acción de la difusión de la película y la atribuyen a un atentado de Al Qaeda que ya ha supuesto la detención de 50 personas.
Tanto Barack Obama como Hillary Clinton han calificado de degradante la película, han apelado a la libertad de expresión para justificar su difusión en los Estados Unidos y han proclamado que nada justifica la violencia ni los disturbios.
Las voces más autorizadas del islam
apelan a la exigencia espiritual de
todas las comunidades partidarias
del diálogo intercultural e interreligioso.
Como pasó en 2005 con motivo de la publicación de las caricaturas del Profeta, en los países occidentales el debate se ha centrado en el intento de buscar un equilibrio entre la libertad de expresión y la libertad religiosa reguladas por la responsabilidad, la prudencia y la moderación que deberían evitar toda retórica radicalizada.
Puede resultar útil recordar, en este sentido, la resolución de 2009 de la ONU sobre la lucha contra la difamación de las religiones, o la recomendación del Parlamento Europeo en 2007 sobre la blasfemia, los insultos de carácter religioso y la incitación al odio contra las personas a propósito de las creencias religiosas.
Aunque algunos líderes islámicos (Ahmadineyad, Karzai, Nasrala) han incitado a unas “jornadas de cólera” para manifestar el enfado de los musulmanes, las voces más autorizadas (el gran muftí de Arabia o el presidente de los Hermanos Musulmanes) apelan a la exigencia espiritual de todas las comunidades partidarias del diálogo intercultural e interreligioso.
Así, insisten en el esmero por crear una espiritualidad caracterizada por la atención a la alteridad, la premura por mantener el corazón abierto, la diligencia a la hora de dar el primer paso para el perdón y la magnanimidad que compensa el muro que levantan los odios basados en prejuicios.
Han apelado a la insistencia coránica en el respeto a la diversidad, la cura en preservar la heterogeneidad y el rechazo a convertir a los demás en espejos donde ver reflejada nuestra manera de ver el mundo. Han recordado que el islam predica que no se trata de mantener al otro a distancia, sino de promover una espiritualidad centrada en la porosidad, en una permeabilidad siempre dispuesta a recibir.
Ante la ofensa, siempre debe rechazarse la violencia, no dejarse arrastrar por la dinámica de algunos medios de comunicación que incitan al odio, sino recordar que la auténtica espiritualidad se basa en el lenguaje de la simpatía atenta a la comunión en la plenitud que Dios nos promete.
En el nº 2.816 de Vida Nueva.
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