Fundamentalistas ateos


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Al creciente desprecio pseudointelectual por las religiones, consideradas una fantasiosa rémora de la infancia del hombre, se le pretende hacer pasar por un inequívoco signo de la modernidad…”.

A la larga, pocas armas hay de destrucción tan masiva como el honor pisoteado de una madre. La mayoría de los hijos no aceptan pacíficamente que, en un calentamiento, se encasille despectivamente a quien le ha dado a uno la vida en una categoría marcada por cuatro letras que se convierten en una palabra definitiva y definitoria.

Algo muy parecido les sucede a quienes sienten un dolor intenso ante lo que consideran una burla o desprecio a su religión y símbolos. Claro que nada de eso justifica que uno coja la quijada para tomarse la venganza por su mano, aunque madre no haya más que una, y dioses, bueno, varios más, pero solo uno verdadero, que es el mío, como suele aducirse.

Y esto es lo que ha pasado a cuento de una estúpida y truculenta película sobre Mahoma y la consiguiente y oportunista secuela de viñetas en una revista satírica francesa, atea militante donde las haya. En medio, turbas sedientas de sangre que se cobran la vida, en varios países, de demasiados inocentes.

Luego, las discusiones bizantinas sobre qué ha de estar antes en este mundo roto por los desequilibrios, la libertad de expresión o el derecho a profesar la religión que uno quiera, sin calibrar, desde el autosuficiente Occidente, que se puede navegar por Internet sin haber roto los esquemas mentales del siglo XIII.

En España, sin ir más lejos, un periódico puede afirmar que “Dios es peligroso” e ilustrarlo con un pantocrátor de cuyo limbo sobresale una mecha encendida, simulando una bomba, que no pasa nada (afortunadamente), porque la Iglesia, aunque a veces no lo entienda y le haya costado siglos, ha aprendido que lo que tiene que hacer es dialogar con el mundo.

Sin embargo, en esta cultura horizontal, “incapaz ya de mirar al cielo”, como dice Luis González-Carvajal, al creciente desprecio pseudointelectual por las religiones, consideradas una fantasiosa rémora de la infancia del hombre, se le pretende hacer pasar por un inequívoco signo de la modernidad. De ahí la soberbia de tratar de travestir el fundamentalismo laico y ateo, que haberlo haylo, con los ropajes de la libertad de expresión.

En el nº 2.817 de Vida Nueva.

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