Una obra de Franz Kogler, Renate Egger-Wenzel y Michael Ernst (dir.) (Sal Terrae-Mensajero, 2012). La recensión es de Dolores Aleixandre, rscj
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Diccionario de la Biblia
Directores: Franz Kogler, Renate Egger-Wenzel y Michael Ernst (dir.)
Editorial: Sal Terrae-Mensajero, 2012
Ciudad: Santander-Bilbao
Páginas: 872
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DOLORES ALEIXANDRE, RSCJ | Este nuevo Diccionario de la Biblia llega a mis manos a la vez que la noticia de la muerte del cardenal Martini, como una contribución al homenaje, tan merecido, de alguien que ha dedicado su vida a impulsar con tanto fruto el estudio de la Biblia.
Me alegra que hayan sido dos editoriales jesuitas (Sal Terrae y Mensajero) las que se han embarcado en esta aventura, siempre arriesgada, de publicar otro diccionario bíblico más, que no es digital y que nace en tiempos de Google y de Wikipedia. “¡Formato papel!” –pensará más de uno–. ¡Vaya manera anticuada de transmitir conocimientos! Y encima con el empeño de ofrecerlos en forma de léxico de la A a la Z, cuando hoy es doctrina casi indiscutible que los saberes, para merecer reconocimiento, tienen que presentarse como especializados, tecnificados, diversificados y descuartizados. Pero aquí la opción es la de dar una visión de conjunto y, por eso, lamento tener que avisar a los editores de que acaban de perder un puñado de posibles compradores.
Ya que sale el tema, las dos preguntas inmediatas que surgen, previas a ponerse a hojear el Diccionario en el mostrador de la librería, son dos: primera, cuánto cuesta; segunda, si se trata de otro diccionario bíblico más o tiene novedades que ofrecer para que valga la pena comprarlo. En cuanto a la primera: barato no es, la verdad, aunque mirándolo bien, el precio (100 €) es el equivalente a tres libros de precio normal, solo que aquí hay que pagarlo todo de golpe.
En cuanto a lo “novedoso”, subrayaría que es una publicación que se asoma fuera del ámbito académico y, sin perder a los “profesionales” de la Biblia, trata de captar a ese público, cada vez más numeroso, de gente con ganas de saber más de ella y de encontrar instrumentos que le ayuden a leer el texto y también a vivir la Palabra.
El primer contacto con el volumen del Diccionario apabulla un poco, como suele pasar con las obras de procedencia alemana: es la traducción al castellano del Herders Neues Bibellexikon (Friburgo, 2009), y han dirigido su publicación tres biblistas de Linz y Salzburgo: Franz Kogler, director de la Obra Bíblica de la diócesis austriaca de Linz, y Renate Egger-Wenzel y Michael Ernst (catedráticos de la Universidad de Salzburgo).
Han colaborado otros 41 exegetas, 37 de ellos doctores, procedentes de Austria, Alemania, Suiza, Italia, Canadá y Bolivia. Lidia Rodríguez, de la Universidad de Deusto, es autora de los párrafos dedicados a los países de lengua española en las voces Movimiento bíblico, Obras bíblicas, Sociedades bíblicas y Traducciones de la Biblia. Hay también algunos miembros de la Iglesia evangélica, y eso le da cierta garantía ecuménica; y de los 44 colaboradores, 16 son mujeres, otro dato a tener en cuenta.
Indago sobre la prehistoria de la obra: el antiguo Grosse Salzburger Bibellexikon, una obra monumental ya agotada y de la que se reclamaba una reedición que tuviera en cuenta los muchos cambios que han tenido lugar en el estudio de la Biblia. Surgió entonces el proyecto de acometer una obra colectiva que proporcionara toda la información básica para el conocimiento y el estudio de los escritos bíblicos: el resultado es una obra de consulta que permite asomarse al trabajo concreto de las ciencias bíblicas, a sus principios y métodos, a sus planteamientos y a su mundo conceptual.
Cuidado formato
De entrada, llama la atención lo cuidado del formato: el papel, buenísimo; las páginas se abren con facilidad, cosa muy de agradecer en un libro tan voluminoso; cantidad de imágenes en eso que antes denominábamos “a todo color” pero que ahora se denomina “cuatricromía”. (En una recensión que he leído se afirma: “Además de abundante información, no ahorra en estímulos ópticos”).
Las ilustraciones no son “las de toda la vida”, sino novedosas, de buen tamaño, con una calidad fotográfica notable y de procedencia múltiple: museos de todo el mundo, cuadros, paisajes, arqueología, cerámica, grabados, esculturas, documentos, iconos, fotos actuales…
Se alternan con un centenar de mapas, listas y tablas: el material gráfico ocupa casi un tercio del total de la obra y se subraya con cierto orgullo que todos los mapas han sido elaborados ex profeso y, en esta forma, no se encuentran en ninguna otra obra sobre la Biblia. El resultado del conjunto es tan “luminoso” que he llegado a pensar que a un niño de 10 años se le podría ocurrir pasar su dedo sobre ellas, como si fuera un iPad.
Contiene más de 5.000 artículos, redactados de forma clara y sintética: las voces que tratan del Antiguo y Nuevo Testamento están escritas sobre fondo amarillo y los artículos básicos más detallados, de relevancia teológica o histórica, se resaltan sobre color azul y esto facilita la lectura, así como la estupenda traducción que hace el texto muy fluido.
Las citas bíblicas son muy numerosas, lógicamente, y en algunas voces aparecen enteras: es una manera de animar a abrir la Biblia y a dejar que sea la misma Palabra de Dios la que cobre voz. Quizá por eso y porque consigue despertar la curiosidad sobre las imágenes que vendrán después o cómo se abordarán algunos temas clave, el lector no se resigna a guardarlo en la estantería, sino que prefiere tenerlo a mano y en un lugar cómodo.
En las indicaciones de uso se afirma: “Explica etimológicamente cada antropónimo y cada topónimo de la Biblia, traduciéndolos a nuestra lengua”. Eso nos posibilita saber que Sara significa princesa; Rebeca, cuerda con nudo; Lía, vaca; Raquel, oveja madre; Tamar, palmera datilera; Débora, abeja; Yael, cabra montesa; Rut, compañera; Noemí, mi dulzura; Séfora, belleza; Susana, lirio. Y para que no me reprochen que solo elijo nombres de mujeres, añado: Benjamín significa “hijo del sur” y Mateo “regalo de Yahvé”. Me imagino que habrá lectores a los que les dan igual estas cosas, pero somos también bastantes quienes disfrutamos sabiéndolo.
Diálogo y respeto
Junto a este tipo de contenidos, otras voces ofrecen informaciones concisas y actualizadas sobre el estado de la cuestión de temas controvertidos que siguen siendo objeto de investigación, tanto en lo histórico como en lo teológico. Y algo que facilita el estudio son los recuadros que, en cada libro bíblico, señalan su estructura y la articulación de sus partes.
Es llamativa la postura dialogante y respetuosa ante otras religiones: todo lo referente a Judaísmo, por ejemplo, calificado como “raíz y suelo nutricio” del cristianismo, está especialmente cuidado, tanto en el contenido como en las numerosas ilustraciones que le dedican.
Y es muy de agradecer también la sensibilidad ante los temas relacionados con las mujeres. Solo una muestra en el comentario al Cantar de los Cantares: “Esta lírica amorosa bíblica inaugura un espacio de participación equitativa y de relación feliz y celebra el amor corporal entre varón y mujer como algo bueno y evidente. El pasaje en el que los vigilantes o ‘policía de costumbres’ cometen un acto de violencia rompe la imagen del mundo armónico del Cantar y muestra de modo realista que a la mujer, incluso en el Cantar, no se le ahorran heridas y ejercicio de la violencia masculina”. La redactora de esta voz es una mujer, casi no hace falta señalarlo.
En las recensiones a la edición alemana que he leído me ha llamado la atención la expresividad entusiasta de los autores, algo que, quizá por prejuicio cultural, no esperaríamos de la sobriedad germánica: “Raramente me ha cautivado tanto un libro”, “es grato de hojear”, “su lectura produce placer”, “seduce al lector”, “cautivadoramente escrito”, “su atractivo reside en que está pensado para ser comprendido”, “un tesoro bíblico”, una obra “redonda”.
Todos coinciden en señalar dos de sus cualidades no fáciles de encontrar juntas (“un equilibrio en teoría imposible”, reconoce un comentarista): el rigor científico y una accesibilidad que amplía el ámbito de sus destinatarios a especialistas y profanos, sacerdotes, religiosos, agentes de pastoral, profesores de Religión, animadores de grupos, en general todos los que se consideren “amigos de la Biblia”.
Por decirlo con otras palabras, puede satisfacer a la vez a esos dos perfiles de personas que se interesan por la Biblia: por un lado, los que se acercan a ella como “curiosos” (en una conferencia sobre profetismo me preguntaron si el pez que se tragó a Jonás era una ballena azul o un delfín…).
En este sentido, quienes desean aumentar sus conocimientos históricos, culturales o geográficos y saber el significado de términos que les resultan desconocidos y extraños, pueden enterarse de lo que es el Comma Johanneum, del valor testimonial que posee el corte de cabello, de quiénes eran los guersonitas o en qué se diferencian los querubines de los serafines.
Por otra parte, los que están más interesados en teología bíblica, encuentran tanto los temas clásicos (elección, fe, alianza, gracia…) como otros relacionados con la espiritualidad, todos con un enfoque abierto y sugerente.
Algunos ejemplos: en la voz Humildad: “Es el modo de pensar de quien sirve a otro, la mentalidad del servicio desinteresado. No tiene nada que ver con arrastrarse ante otros: brota simplemente de la disposición anímica del hombre como criatura de Dios, es decir, de su dependencia creatural”. A propósito de la Esterilidad leemos: “Una y otra vez Dios abre nuevas posibilidades cuando los seres humanos están muertos, son estériles, carecen de derechos o están oprimidos y se hallan en un callejón sin salida”.
Alguien ha dicho a propósito de este Diccionario: quien empieza a hojearlo, termina antes o después en la Biblia. Ojalá sea verdad.
En el nº 2.821 de Vida Nueva.