ANTONIO PELAYO | Corresponsal de Vida Nueva en Roma
“Mientras no se cambie el sistema operativo –hacia dentro y hacia fuera–, mucho me temo que los sínodos seguirán decepcionando a todos…”
El problema de la información en el Sínodo sigue siendo su talón de Aquiles. Toda la estrategia sobre este tema se ha montado desde una posición de miedo al “influjo” –negativo, se supone– de una información más amplia de los trabajos sinodales.
¿Es concebible que se siga prohibiendo a los padres sinodales que deseen hacerlo entregar a los informadores el texto de su intervención en el aula? ¿Pueden los beneméritos “portavoces” transmitir los contenidos de sesiones donde intervienen decenas de padres sobre temas inconexos entre sí? ¿Bastan algunas conferencias de prensa con no excesivo espacio para hacer preguntas?
Si a estos y a otros interrogantes se añade la metodología de los trabajos, calculadamente tendiente a evitar la creación de “corrientes” y a facilitar el “trabajo” alineador de la Secretaría, tenemos una explicación bastante ajustada de por qué –por ejemplo– al día siguiente de hacerse público el Mensaje era casi imposible encontrar su traza en los principales medios de comunicación del mundo.
Mientras no se cambie el sistema operativo –hacia dentro y hacia fuera–, mucho me temo que los sínodos seguirán decepcionando a todos menos a los que han tenido la suerte de participar en ellos.
En el nº 2.822 de Vida Nueva.