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Grandes pechos amplias caderas
Autor: Mo Yan
Editorial: Kailas, 2007
Ciudad: Madrid
Páginas: 840
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ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | Mo Yan, seudónimo de Guan Moye (Gaomi, Shandong, 1955) es uno de los escritores vivos más extraordinarios del país asiático, y ha contribuido enormemente en la literatura contemporánea de aquella nación. Los chinos, dada la problemática de su régimen político, se preocupan también por la aprobación de los extranjeros y del mundo occidental. Así, ha sido toda una fortuna para la literatura china el que uno de sus autores haya sido ‘aprobado’ por el Nobel. Esto, como es lógico, ha llamado la atención de muchas personas, que desde hoy se acercan con interés a este autor.
Pero no todo son parabienes: varios activistas de derechos humanos y otros escritores han dicho que Mo Yan no es digno de ganar el premio y lo han criticado por conmemorar un discurso del líder totalitario comunista Mao Zedong. “En el frente político, está cantando la misma tonada de un régimen no democrático”, afirmó el abogado Teng Biao, defensor de los derechos humanos.
“Como escritor influyente, él no usó su influencia para hablar por intelectuales y prisioneros políticos”, continúa Biao, quien recuerda, además, que Mo, vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos, entidad respaldada por el Gobierno, no hizo comentarios cuando Liu Xiaobo ganó el Premio Nobel de la Paz 2010, tras haber sido sentenciado en el 2009 a once años de prisión por incitar a la subversión ante el régimen comunista chino.
Por otro lado, como recuerda la experta Adriana Martínez, Mo Yan se ha visto beneficiado por la gran cantidad de traducciones de obras literarias del ámbito occidental contemporáneo, cuya entrada en China se produjo a principios del período de Reforma y Apertura. Y de ahí le vienen las influencias, pues los críticos han visto en la obra de Mo Yan grandes similitudes con las de William Faulkner y Gabriel García Márquez. Tratándose todos ellos de escritores sumamente localistas y narradores consumados, las semejanzas no podían dejar de aparecer.
Mujer dominada
Con todo, la elección de la presente reseña responde al hecho de que Grandes pechos, amplias caderas ofrece una visión interesante acerca de la dominación sufrida por la mujer en el ambiente cultural chino. El vehículo elegido transita por la dimensión épica donde la historia narrada se eleva al nivel, podría decirse, de ejemplo universal propio de las sagas. Quizás esta actitud case bien con un autor que sufrió tantas carencias que llegó a comer cortezas de árboles y maleza para sobrevivir. “La soledad y el hambre fueron mis fortunas de creación”, confesó en cierta ocasión el autor de la conocida novela Sorgo Rojo.
En la novela que nos atañe, tal y como indica el título, el cuerpo de la mujer sirve como imagen y metáfora. Su protagonista, Madre, nace en el año 1900. Casada a los 17 años en la familia Shangguan, tiene nueve hijos, solo uno de ellos será un varón, el deseado varón, aquí narrador del libro; un niño malcriado e incompetente, Jintong, que está en marcado contraste con sus ocho hermanas, fuertes, decididas, con arrojo. La madre es la mujer valiente por excelencia, que arriesga su vida para salvar la vida tanto de sus varios hijos como de sus nietos.
La escritura podría calificarse de pintoresca, obscena, escandalosa, pero sin dejar de ser terriblemente imaginativa. Cada uno de los siete capítulos representa un período de tiempo diferente: desde la Dinastía Qing a la invasión japonesa en la década de 1930, la guerra civil, la Revolución Cultural, Mao y los años posteriores. Mo Yan nos sirve una pasarela en la que contemplar todo el siglo XX de China.
Tonos cargados de lo alegórico se entretejen con lo trágico y también, sin duda, con lo fantástico, en un acercamiento al realismo mágico. Todo esto mezclado con datos históricos de la China contemporánea: una de las hijas es una comunista leal, alcaldesa de su municipio. En medio de la búsqueda febril de la riqueza en la nueva economía de China, también esta figura femenina se convierte en un activo, en un fetiche, para el antihéroe narrador. Sin embargo, nunca el Jintong adulto se cura de sus debilidades, y su vida sigue avanzando hacia la perversión.
Jintong, este heredero varón fallido, debe aprender a sobrevivir en un reformatorio de régimen implacable. Defectos de carácter, miserias personales obtenidas como consecuencia de la guerra, de los avatares sociales y, sobre todo, del patriarcado chino, son su equipaje. Lo importante, según se presentan los personajes, es la fuerza para reaccionar y –aunque no hablaré de redimirse– para recuperarse de la vida vivida, de la revolución, sin olvidar su pasado. Toda la debilidad, todo el fallo, queda aquí representado por el egoísmo machista y sexualmente obsesionado de Jintong.
En el nº 2.825 de Vida Nueva.