SALVADOR PIÉ-NINOT, profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y de la Pontificia Universidad Gregoriana | Estas breves reflexiones en torno al reciente Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe (del 7 al 28 de octubre) son fruto del testimonio vivido desde su interior como teólogo-experto, cuya tarea era la de acompañar esta Asamblea en su desarrollo concreto realizado por los padres sinodales.
Si algún resumen significativo se puede hacer de este Sínodo, este está, precisamente, en la preciosa imagen-síntesis que introduce el Mensaje al Pueblo de Dios basado en la narración de la samaritana y su encuentro con Jesús (Jn 4,5-42).
En efecto, el Sínodo se ha dado cuenta de la situación de “desertización espiritual” (Benedicto XVI) de nuestro mundo –como la narración de la samaritana– y, a la vez, también ha percibido las variadas ansias de sed, especialmente de sentido, presentes por todas partes. El encuentro personal con Jesucristo, descubierto solo al final de la narración, cambió su vida e hizo posible que lo anunciara.
Por esta razón, esta narración evangélica es la mejor síntesis de la experiencia de este esperado Sínodo, que ha partido de una amplia conciencia de la necesidad que tiene la misión evangelizadora de toda la Iglesia de un cambio y de una seria adaptación a las nuevas situaciones de nuestro mundo, y es desde aquí de donde surge la expresión de nueva evangelización, dirigida particularmente a los bautizados alejados de la fe, pero también concebida como un nuevo ardor, una nueva fuerza y nuevos métodos que hacen falta para evangelizar hoy.
Todo esto, este Sínodo lo ha vivido con intensidad a partir de la escucha del latido de las distintas Iglesias de toda la católica –con más de 270 intervenciones– y, al final, se han intentado iniciar algunos pasos mediante la formulación de 58 proposiciones, orientadas muchas a mejorar, a realizar “con nuevo ardor y con nuevos métodos, nuestra pastoral ordinaria”, y, a su vez, “esbozando algunos elementos de lo que tendrá que ser progresivamente una Nueva Evangelización que responda a la realidad cambiante, secularizada y pluralista en que vivimos”.
Las 58 proposiciones
Estas proposiciones tienen un denominador común a partir de “la unidad de los tres aspectos de la evangelización: a) la ordinaria, de crecimiento en la fe; b) el anuncio a quienes no conocen a Jesucristo (missio ad gentes); c) la Nueva Evangelización de los bautizados alejados” (nº 7).
El Sínodo se ha dado cuenta de
la situación de “desertización espiritual”
de nuestro mundo y, a la vez,
también ha percibido las variadas ansias de sed,
especialmente de sentido, presentes por todas partes.
El objetivo de la mayoría de estas proposiciones es reforzar con más ardor alguno de los aspectos habituales de la misión ordinaria evangelizadora de la Iglesia (liturgia, misión, caridad, testimonio, ministerios, servicios…). Pero, a su vez, en diversas proposiciones se esbozan puntos novedosos que quieren responder a los nuevos desafíos, articulados así:
- 1. Mundo y cultura actual: atención a los “signos de los tiempos” y a los cambios de nuestro mundo (nº 5); la fuerte secularización; la auto-comprensión de la Iglesia como “pequeño rebaño” (Lc 12,32) (nº 8); el secularismo genera: soledad y carencia de sentido… (nº 13); importancia de la relación entre fe y razón, con los “preámbulos de la fe”; hacia una teología de la credibilidad y una forma nueva de apologética (nº 17); diálogo entre fe y ciencia, a partir de una razón “abierta al misterio” (nº 54); potenciar el estudio de la teología como “ciencia” de la fe (nº 30); formación adecuada según distintos destinatarios (jóvenes, agnósticos, ancianos…) (nº 47); recuperar los derechos humanos y su fundamentación básica (nº 15).
- 2. Acentos concretos: gran importancia de la primera proclamación de la fe cristiana –kerygma– (nº 9); la belleza como vía para la nueva evangelización (nº 20); redescubrir su dimensión contemplativa (nº 36); la religiosidad popular: debe potenciarse su valor para la vida cristiana (nº 39); los emigrantes: respetar sus tradiciones rituales y testimonio (nº 21); atención a las grandes ciudades y áreas metropolitanas como lugares complejos y desafiantes (nº 25); el Atrio de los Gentiles, modelo del diálogo fe/cultura (nº 55); importancia del diálogo interreligioso con atención ‘delicada’ hacia el islam (nº 53).
- 3. Protagonistas: la Iglesia particular y todos sus miembros: “sujetos activos” de la nueva evangelización (nº 41); la parroquia abierta y renovada: “lugar de su fuerte dinamización” (nº 44); la familia: “punto central y base” de la nueva evangelización; con atención delicada y acogedora a los matrimonios “rotos” (nº 48); más dinamización de la presencia del laicado en el mundo (nº 45); reforzar la función reconciliadora de la Iglesia en el mundo (nº 14); necesidad de auto-conversión de los propios obispos, pidiendo perdón (nº 22); que los obispos locales puedan instituir un “ministerio del catequista” (nº 29); se lamentan los escándalos ocasionados por presbíteros (nº 49); la liturgia como “óptima escuela de fe” (nº 35); reconocimiento particular e insistente a las mujeres por su papel decisivo en la nueva evangelización (nº 46).
A esta doble línea apuntaron las precisas palabras conclusivas del Papa: “Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor. En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes “Misiones ciudadanas” (doce ciudades europeas), el “Atrio de los gentiles” (con múltiples realizaciones diocesanas), la “Misión Continental” (Latinoamericana)…” (Misa de clausura).
La samaritana y Jesús
Esta narración, en la que se basa el Mensaje del Sínodo al Pueblo de Dios, como he señalado anteriormente, sintetiza la prioridad de la nueva evangelización en su perspectiva misionera y hacia fuera a través de la presencia de los cristianos y la Iglesia en el mundo, teniendo presente esa “desertización espiritual”, tanto del contexto como de la misma mujer protagonista, constatando, a su vez, sus ansias de sed y el carácter decisivo del encuentro personal con Jesús, que la convierte en testigo para sus convecinos. He aquí algunos de los párrafos más interpelantes como colofón para estas breves reflexiones sinodales:
- A. Como la samaritana en el pozo (nº 1). “Nos dejamos iluminar por una página del Evangelio: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42). No hay hombre o mujer que en su vida, como la mujer de Samaría, no se encuentre junto a un pozo con una vasija vacía, con la esperanza de saciar el deseo más profundo del corazón, aquel que solo puede dar significado pleno a la existencia. Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas… Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas…”.
- B. El encuentro personal con Jesucristo en la Iglesia (nº 3). “Hemos de constituir comunidades acogedoras, en las cuales todos los marginados se encuentren como en su casa, con experiencias concretas de comunión que, con la fuerza ardiente del amor –‘mirad como se aman’ (Tertuliano, Apologético, 39, 7)–, atraigan la mirada desencantada de la humanidad contemporánea… Es nuestra tarea hoy el hacer accesible esta experiencia de Iglesia y multiplicar, por tanto, los pozos a los cuales invitar a los hombres y mujeres sedientos y posibilitar su encuentro con Jesús, ofrecer oasis en los desiertos de la vida…”.
- C. En el Año de la fe, la memoria del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 11). “En el camino de la nueva evangelización podremos sentirnos a veces como en un desierto, en medio de peligros y privados de referencias. El papa Benedicto XVI ha hablado de una ‘desertización espiritual’ que ha avanzado en estos últimos decenios, pero él mismo nos ha dado fuerza afirmando que ‘a partir de esta experiencia de desierto, de este vacío, podemos nuevamente descubrir la alegría del creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se descubre el valor de aquello que es esencial para vivir’ (Homilía, 11 de octubre: 50º aniversario del Vaticano II). En el desierto, como la mujer samaritana, se va en busca de agua y de un pozo del que sacarla: ¡dichoso el que en él encuentra a Cristo!…”.
- D. La estrella de María ilumina el desierto (nº 14). “La figura de María nos orienta en el camino. Este camino (…) podrá parecer una ruta en el desierto; sabemos que tenemos que recorrerlo llevando con nosotros lo esencial: la cercanía de Jesús, la verdad de su Palabra, el pan eucarístico que nos alimenta, la fraternidad de la comunión eclesial y el impulso de la caridad. Es el agua del pozo la que hace florecer el desierto y, como en la noche en el desierto las estrellas se hacen más brillantes, así en el cielo de nuestro camino resplandece con vigor la luz de María, estrella de la nueva evangelización a quien, confiados, nos encomendamos”.
En el nº 2.828 de Vida Nueva.