JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Se ha conseguido en este anteproyecto de ley devolverle una dignidad que tenía marginada, pero esto también durará lo que dure el PP en el Gobierno…”.
No consigue la educación en España despegar su vuelo gallináceo del lugar donde pasa más tiempo: el suelo. Ya no por lo que indicadores como los del informe PISA reflejan de nuestro sistema de enseñanza, lejos, muy lejos, de permitirnos encarar el futuro como una sociedad madura, formada, emprendedora… Y no es solo culpa de los recortes, que también.
Se acaba de presentar la enésima reforma educativa, la LOMCE. Y vistas la reacciones generadas, no parece que haya primado ni el sentido común ni el diálogo, pilares sobre los que el ministro José Ignacio Wert aseguró que se asentaría la norma, que aún ha de pasar el trámite parlamentario para, tal vez, ser aprobada en primavera.
La vigencia de esta LOMCE tiene fecha de caducidad en el próximo Gobierno que desaloje al PP de La Moncloa. Este parece el sino de nuestras leyes educativas, vista la sopa de siglas que jalonan nuestra todavía joven democracia. Falta el diálogo, el consenso, en definitiva, el pacto que dé permanencia a una materia tan determinante para el futuro de un país.
Y para que la cosa siga exactamente en el mismo nivel de desacuerdo institucional, la asignatura de Religión vuelve a ser causa de graves acusaciones. Es alarmante el nivel de ignorancia que se vierte sin atisbo de pudor sobre la enseñanza religiosa en la escuela, en concreto, sobre la religión católica. No se entiende que una materia, que no es obligatoria, y que está impregnada de valores que habrían de movernos a ofrecer al prójimo lo mejor de cada uno, siga causando tanto revuelo.
Se ha conseguido en este anteproyecto de ley devolverle una dignidad que tenía marginada, pero esto también durará lo que dure el PP en el Gobierno. También aquí ha faltado diálogo, propuestas pedagógicas que arrumben los viejos prejuicios, nunca desterrados, un debate en serio capaz de hacer reflexionar a todas las partes de que esta asignatura (y sus alternativas, para quienes no opten por ella) no hace daño a nadie, sino que encierra mucha bondades que nos harán crecer juntos en la diversidad, como ocurre en otros países europeos.
Si esto se hubiese hecho, quizás esta materia no habría tenido que entrar en una reforma educativa por la puerta de atrás.
En el nº 2.827 de Vida Nueva.
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