Autor de ‘El profesor cristiano: identidad y misión’ (PPC)
J. L. CELADA | Este madrileño afincado en Ourense defiende el carácter antropológico de la tarea educativa como “encuentro personal entre profesor y alumno”. Y así lo pone de manifiesto en su nuevo libro: El profesor cristiano: identidad y misión (PPC). En él, además, Xosé Manuel Domínguez Prieto –doctor en Filosofía, docente de instituto y conferenciante en diversos países– aboga por aplicar “como camino pedagógico el propio Evangelio” para que se haga vida en el aula.
– ¿Su obra se dirige al profesor cristiano o puede serle útil a todo docente? ¿Y a cualquier cristiano con vocación de educar?
– El acontecimiento central en la educación es antropológico: el encuentro personal entre profesor y alumno. Por su parte, la tarea educativa la presento como vocación personal. Ambos aspectos valen para todo docente. Sin embargo, el libro va especialmente dirigido a cristianos que educan, para repensar con ellos cómo se conjuga su identidad con su tarea. También interesará a profesores de centros educativos cristianos que, aunque hoy no tengan su fe activada, quieran entender mejor la labor a que están llamados en un centro educativo cristiano.
– ¿Corren peligro la identidad y misión del profesor cristiano en la sociedad de hoy?
– Junto a las Iglesias triunfante, purgante y militante, hoy se abre paso con fuerza la Iglesia durmiente. Este estado de ‘flojera vital’ también afecta a los docentes cristianos. Profesor cristiano no es aquel bautizado que imparte clases como modus vivendi. Se trata de un cristiano para quien la experiencia del Evangelio constituye el eje de su actividad educativa, siendo así una vocación, un carisma, una misión, un camino de santidad. Especialmente, en centros educativos católicos, si el profesorado no vive desde esta perspectiva, por mucha ‘inspiración cristiana’ que tenga el ideario del colegio, se irá convirtiendo en un centro de ‘expiración cristiana’.
– ¿Cuál quiere ser su aportación al modelo educativo actual?
– Trato de recuperar la comprensión de la educación como tarea antropológica, por un lado, proponiendo modos de trabajar la dimensión espiritual. Asimismo, intento mostrar cómo educación integral y evangelización son aspectos complementarios.
– ¿Qué hace falta para que el profesor cristiano sea un verdadero evangelizador, sin que pese sobre él la sospecha de que catequiza en vez de enseñar?
– El profesor evangeliza si en el centro de su corazón está la experiencia de Cristo. Entonces, su mirada, acogida y relación con el alumno y con los compañeros se verá transformada de raíz. Superará la separación entre ‘vida cristiana’ y ‘actividad docente’. Así, aplicará como camino pedagógico el propio Evangelio, que se hará vida en el aula. Además, anunciará explícitamente a sus alumnos que estamos hechos para el infinito y que con menos no se conformarán sus corazones. Junto a ello, tendrá signos salvíficos con sus alumnos y compañeros, siendo presencia compasiva y misericordiosa. Y, cuando sea menester, hará con claridad anuncio del Evangelio.
– ¿Reconoce y aprecia el alumno ese plus que se le supone al profesor cristiano?
– No me cabe la menor duda. Los alumnos perciben que se les mira con afecto, que se les llama por su nombre, que la actitud con ellos es cercana. Y cuando se encuentran con una personalidad cristiana de ‘alto voltaje’, sin duda, descubren que están ante un modelo humano que merece la pena seguir.
En el nº 2.833 de Vida Nueva.