Un perfil de nuevos monjes

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Hay un perfil de nuevos monjes sobre el que no me gusta opinar, aunque sí describir. Suelen llevar hábitos sacados de viejos muestrarios. Zapatillas Nike o Vans asoman por debajo; y por arriba, sudaderas de marca. Se mueven hablando con el iPhone y navegando en áreas wifi. Suelen llevar auriculares oyendo en su mp3 canciones de Beirut o de Beach House. La vieja barba monacal la han sustituido por barbita de tres días.

Ellas muestran frescas sonrisas y guitarras al hombro. No cantan “Un pueblo es…”, sino canciones que se oyen en macroconciertos. Hablan varios idiomas, hicieron Erasmus, fumaron lo que pudieron y fueron estudiantes modélicas, aunque con vida underground. Rompen, en algunas casos, con sus familias, apoyadas por clérigos.

Van de héroes y heroínas de la causa evangélica. Madrugan, rezan y trabajan. Les gusta el boato litúrgico y disfrutan con los cantos en latín. Conectan con fibras espirituales de jóvenes. Vienen de vuelta de un mundo raro. Suelen creer que todo es Sodoma y Gomorra y que la Tebaida que han creado es el Paraíso Perdido.

El hábito no hace al monje. Es verdad, pero a veces simboliza otra cosa; otra cosa preocupante.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

  • LA CRÓNICA DEL DIRECTOR: El ‘síndrome de Lerma’ zarandea algunos conventos, por Juan Rubio

En el nº 2.836 de Vida Nueva.

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