ESTANISLAO KARLIC, cardenal arzobispo emérito de Paraná (Argentina) | Me parece que, como todos los actos nuestros, los del Santo Padre también –sobre todo este– importa mucho verlos a la luz del misterio de Jesucristo. El misterio de Jesucristo acaba cuando, obedeciendo el mandato de su Padre, está terminando su obra y se entrega como alimento de su pueblo en la Eucaristía. El Señor dijo: “Habiendo llegado la hora de pasar de este mundo al Padre”, y se dio a los demás.
Yo creo que Benedicto XVI dijo así: “Habiendo llegado la hora del acabamiento de mis fuerzas, yo quiero acabar de entregarme al Señor poniéndome en sus manos y sabiendo que Él, que empezó la obra, la va a acabar, y que Él es el que hace la Iglesia”.
Me atrevo a poner estas palabras en la boca del Santo Padre. Es un signo de que el amor solo se expresa en su perfección en el momento de la muerte. El Papa, en esta renuncia, quiere que Dios sea el último de sus amores, y por eso entregó su responsabilidad a otro. No porque no quiera darse más, sino que con esto quiere significar la totalidad de su entrega mientras ejerció el pontificado, y que ese amor es el que va permanecer en el tiempo que el Señor le quiera conceder en esta tierra. Pero ese tiempo posterior no será sino vivir esa totalidad de su entrega que la significó en esta renuncia.
Y me parece que esto nos hace pensar en la pureza de sus opciones anteriores: ser “todo de Dios”. Y esa es la verdad del hombre, y esa es la verdad de la Iglesia. Y eso es lo que la Iglesia quiere proclamarle al mundo, y decirle que será mundo cuando quiera manifestar su dignidad acabando solo en Dios. Qué lindo es pensar que el trabajo de todos los hombres y mujeres del mundo tiene como horizonte Dios, lo sepan o no lo sepan. Me parece que esta renuncia nos habla de Dios, del Absoluto: hay Alguien.
Hay una coherencia total de esta actitud del Papa con su teología. Y hasta me parece también que hay una coherencia de esto con ese estilo tan fluido en sus escritos, que cuando uno los lee está llevado de la mano por él, haciendo despertar en nosotros los pensamientos que él está teniendo en su corazón. Quiera Dios que esto despierte en nosotros las ganas de entregarnos totalmente en lo que estemos haciendo, razones que no tengan otro trasfondo que el misterio de Dios. Terminó siendo una palabra estupenda de Dios al mundo. Qué lindo es encontrarnos entre nosotros, los humanos, sabiendo que me traen una palabra de Dios, es decir, de eternidad, de convicción, de valentía.
Quiera Dios darnos conciencia de la grandeza de este momento de la historia y saber que la historia la hacemos grande con nuestros actos. El Papa ha escrito, desde su libertad, la historia de este momento con esa grandeza. Porque decir que se retira de la Iglesia para que el Señor llame a otro a cumplir su función es decir: “Yo quiero que mi Iglesia sea siempre llamada por Dios”, que es la necesidad de todos los momentos.
En el nº 2.837 de Vida Nueva.