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Título: La librería ambulante
Autor: Cristopher Morley
Editorial: Menoscuarto, 2012
Ciudad: Cáceres
Páginas: 184
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ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | Todos deberían vivir de los libros. No me refiero a la tarea comercial propia del librero profesional, sino más bien a los modos en los que los libros nos proporcionan libertad para existir. Más todavía: me refiero a la especial manera en la que los libros elevan la altura del espíritu humano. Si tuviera que resumir la idea central de La librería ambulante, bastaría con entender esto que acabo de señalar. Así toma consistencia la primera novela del estadounidense Christopher Morley (1890-1957), aparecida en 1917.
El título original de la obra, Parnasssus on wheels (Parnaso sobre ruedas), remite al hecho de que toda la acción gira en torno a un objeto bien curioso: un carromato llamado así en honor al monte griego Parnaso, tan conocido por el mito que le sitúa como sede de las Musas. Repleto de libros, este carromato funciona como librería ambulante recorriendo campos y granjas.
A partir de esta idea, se aborda todo desde un campechano lujo de entretenimiento sin renunciar a las enseñanzas acerca de los ideales de la vida basados en la libertad y en la honestidad. Que vale la pena luchar por ciertas ideas a pesar de que en un principio parezcan una locura, que es posible hallar el verdadero amor, que la creatividad es siempre amiga de la valentía son todas ellas las lecciones que, a la larga, pretende Morley. Y sobre todo la literatura, los libros, la pasión por ellos. Un libro de recetas de cocina o uno sobre la tarea del perfecto carretero, uno de Shakespeare o uno de viajes: todos tienen su momento y su lugar, su lector y su empresa.
Todo esto es lo que ha de descubrir Helen, la nueva dueña del Parnaso, desde el momento en el que dedica los ahorros de su vida a tan admirable compra, abandonando los pucheros de la cocina –pues la vida ha consistido hasta ahora para ella, exclusivamente, en dedicarse a las tareas del hogar y a la atención de su hermano, un famoso escritor–. Su entretenimiento nace, sencillamente, del atrevimiento: abandonar la granja y a su hermano no va a ser cosa fácil.
La aventura es evangélica: lanzarse a predicar la buena nueva de la excelencia de los libros de la mano y enseñanzas del más que peculiar señor Mifflin. De ahí que la venta de libros, venta itinerante, no sea meramente de intereses pecuniarios: con cierta gracia, el precio de los libros se basa en la política del precio justo que solo es valorable desde la política del mérito justo.
Una filosofía de vida
La apuesta de Morley estriba claramente en el hecho de que para que a un país le vaya bien le es estrictamente necesario estar compuesto por personas formadas. No concibe el pueblo como una amalgama de personas incultas y no leídas. Para que la vida adquiera sentido, para que las tareas que a diario cada cual, según su lugar, ha de hacer, es necesario haber arrostrado con sinceridad y seriedad la siguiente cuestión: ¿Es suficiente una filosofía de vida que consista solo en existir animalmente, de un día para otro, disfrutando placeres y padeciendo dolores que el azar nos depare?
Walter Leaf, en su autobiografía, ya recordaba el mismo tema que propone Morley: “El mero esfuerzo de pensar por uno mismo es, sin duda, una de los esfuerzos humanos más penosos; pero, a buen seguro, el fundamental. Pensar, pensar, pensar –estas son las tres reglas de oro de la actividad humana– (…). El deber del hombre es aprender”.
En esta línea, la tarea de un personaje como el señor Mifflin, maestro y futuro esposo de Helen, consiste en demostrar que el éxito reside en ser feliz con los sabios, y que toda nobleza estriba en la sencillez de espíritu. Lo normal de cualquier actividad humana puede plasmarse como suceso extraordinario, y entonces quedará claro que lo normal, acabado con perfección –lo normal con verdadero ahínco– es lo bueno. Lo normal es lo bueno, sí, y de esta lectura se entiende que la aventura desbordante a la que se compromete Helen –dejarlo todo para seguir su sueño– es lo normalmente bueno que se presenta a nuestro alcance.
En definitiva, se trata de llegar a hacer lo que uno ha de hacer a la manera común y corriente. Si hay algo que puede entenderse de este libro, es que el sentido común conduce a la vida buena: acabar la tarea, reconocer la importancia de las cosas del día a día y acudir a la actividad de nuestros asuntos con simplicidad. En términos vitales, puede decirse que lo llano, con valentía, lleva a lo extraordinario.
En el nº 2.825 de Vida Nueva.