ALFREDO BRUTO DA COSTA, presidente de la Comisión Nacional Justicia y Paz y pionero de los estudios sobre pobreza en Portugal | El año 2013 estará, en Portugal, bajo el pesado yugo del presupuesto del Estado, que prolonga la naturaleza recesiva del anterior y profundiza las reformas que vienen degradando la situación del trabajo humano y debilitando la dignidad de los trabajadores.
En 2013-2014, el presupuesto tendrá un peso adicional: el Gobierno quiere reducir el gasto en 4.000 millones de euros, dinero que será retirado, en particular, del Estado del bienestar. Esto significa que las finanzas públicas seguirán el objetivo primordial del Gobierno, con la vista puesta en los mercados abiertos a la especulación, pero soberanos, y las agencias de rating con la credibilidad empañada por el interés propio.
El yugo del presupuesto es un grave problema humano y social que implica sufrimiento e incertidumbre para muchos. Golpea a las familias en sus necesidades básicas, como el empleo, alimentación, vivienda, agua, electricidad. Los trabajadores ya no tienen derecho a la remuneración contratada, los pensionistas pierden derecho a las pensiones legalmente concedidas. Nadie sabe qué más vendrá mañana.
En consonancia con su filosofía básica, el Gobierno solo tiene medidas asistencialistas para apoyar a las familias afectadas. En la protección social, el “plan de emergencia” intenta cubrir los hombros con paño que falta a los pies. Lo mismo puede decirse del empleo: políticas minimalistas tratan de ocultar un problema que solo el crecimiento económico correctamente orientado puede ayudar a resolver. Mientras tanto, las instituciones de solidaridad no tienen manos suficientes para las necesidades.
Las medidas y políticas asistencialistas,
aunque insuficientes, son necesarias
en ausencia de otras más humanas
e impulsadas por la justicia.
Las medidas y políticas asistencialistas, aunque insuficientes, son necesarias en ausencia de otras más humanas e impulsadas por la justicia. El drama es considerar el asistencialismo como un ideal que ennoblece a los gobiernos.
El Gobierno, la mayoría parlamentaria y la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), juntos, forman un nuevo “muro” que priva a los portugueses de sus derechos fundamentales. Y por parte del Gobierno no se ve nada en el sentido de defender políticas que restauren el proyecto europeo en su esplendor original, tan en contraste con las prácticas individualistas de los Estados miembros, que subestiman sistemáticamente las ventajas del mercado común y de las políticas comunes, y lo único que subrayan es el valor de sus contribuciones financieras.
Vivimos en un tiempo en el que nada es cierto y todo parece que ha de ser consentido. Hay lecciones éticas que debemos aprender, como la de hacer hincapié en la función social de la propiedad privada. Ya se trate de ingresos o de riqueza, nadie debe considerar lo que tiene solo como suyo, sino también de otros, en particular de los que no tienen nada.
Durante las últimas décadas, Occidente (y otros lugares) ha sido dominado por el “consumismo”, un estilo de vida inadecuado e insostenible. Las sociedades en crisis han gastado más de lo que tenían, y lo mismo sucedió con Estados, empresas y algunas familias. Sabemos, sin embargo, que muchas familias vivían vidas ajustadas a los medios disponibles y que otras vivían por debajo del umbral de pobreza.
Si la crisis puede servir como una oportunidad positiva, debería, además, ser una ocasión para un análisis crítico del estilo de vida asumido por familias y sociedad, y estimulado por instituciones comerciales y financieras. De las empresas –incluidas también las financieras– se espera que apoyen la elección de sus productos en bienes y servicios útiles para los individuos y las familias, con un profundo sentido del bien común de la sociedad.
Si la crisis puede servir como una oportunidad positiva,
debería, además, ser una ocasión para
un análisis crítico del estilo de vida
asumido por familias y sociedad,
y estimulado por instituciones comerciales y financieras.
Otro aspecto importante en que la crisis podría ser una oportunidad está en las palabras del Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz 2013, que indica también el papel de los cristianos en este tiempo: “Para salir de la actual crisis financiera y económica –que tiene como efecto un aumento de las desigualdades– se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un nuevo modelo económico. El que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas solo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad”.
Esta propuesta podría hacerse antes de la crisis e independientemente de la crisis, pero hoy gana mayor actualidad, porque los puntos planteados pueden estar entre las causas de la crisis. La propuesta conduce a un estilo de vida y a un modelo económico más humano, en cualquier tiempo.
En el nº 2.837 de Vida Nueva.
LEA TAMBIÉN:
- A FONDO: La Iglesia en Portugal arrima el hombro contra la crisis
- OPINIÓN: Dios y el César, por Gabriel Magalhaes, escritor, autor de Los secretos de Portugal
- IGLESIA EN EL MUNDO: La Iglesia en Portugal denuncia los duros recortes del Gobierno
- IGLESIA EN EL MUNDO: La Iglesia portuguesa sale en defensa del Estado social