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Título: Mr Gwyn
Autor: Alessandro Baricco
Editorial: Anagrama, 2013
Ciudad: Barcelona
Páginas: 184
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ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | El genial escritor italiano sorprende con su penúltima novela, pues la última aún no ha llegado a las librerías españolas. Pero, ¿qué es Mr Gwyn? Es una reflexión sobre el oficio de escribir. En palabras del propio autor, Alessandro Baricco (Turín, 1958): “Se trata de una historia sobre este oficio, llena de fe y mucho amor al acto de escribir”. Es una buena tarea la de abordar esta idea con una novela, “una que hacía tiempo que soñaba con escribir”. Dicho esto, ya está situado el listón.
Minuciosa y precisa
La promesa del protagonista de nunca más escribir, publicada en los periódicos, da inicio a la novela: una lista de cincuenta y dos cosas que, asegura, nunca jamás volverá a hacer. Todas ellas están vinculadas a la escritura: Jasper Gwyn es un autor de éxito que decide, a modo de manifiesto, hacer pública su retirada literaria. Pero es justamente aquí donde comienzan las inciertas y minuciosas operaciones del arte literario, como diría Valéry. El libro, de hecho, recoge al inicio una cita del gran poeta francés −“todo comienza por una interrupción”−; y es una interrupción la que va a dar el pulso a la gran creatividad de Jasper Gwyn.
Siguiendo con Valéry, veremos que el arte literario “nos ofrece dos aspectos, dos grandes modos que, en su estado extremo, se oponen, pero que, sin embargo, se reúnen y encadenan por una multitud de grados intermedios. Existe la prosa y existe el verso”, que, considerados en sus estados extremos, podría llevarnos a decir que “el lenguaje tiene por límites la música, por un lado, el álgebra, por el otro”.
Pues bien, toda la trama de Mr Gwyn discurre por los usos de la minuciosidad, de la musicalidad, de la precisión y de la perfección. Se encuentra uno con frases tremendamente bien elaboradas, lúcidas, capaces de una reflexión verdaderamente elevada, lo cual es de agradecer. Y todo ello enmarcado en la aparente sencillez de la trama: un escritor que decide dejar de escribir para convertirse en copista de personas, esto es, en retratista, a modo del pintor, pero sin óleos ni lienzos, solo con papel y palabras.
De sencillo que es, sorprende; sin embargo, todo empieza a abundar en el cuidado exquisito del detalle. Los modelos a ‘retratar’ no podrán hacerlo de cualquier manera, ni envueltos en cualquier ruido, ni en un lugar elegido con desatención…
Arranca la ceremonia
Captar la esencia de la persona. De esta persona. Captar un tú. Así da comienzo la ceremonia, la liturgia precisa de un gesto, el sonido de una música que debe oírse –esa y no otra− pero que, al fin y al cabo, es música que no se agota en serlo.
Las pesquisas y los requisitos que Jasper Gwyn, el copista, va a imponer son increíbles, perentorios… y fugaces también: el número de retratos no será el de las producciones a gran escala. Se trata de condiciones instantáneas, como las que nos encontramos a diario. “Somos páginas bien escritas de un libro que no existe”, afirma Baricco, quien sostiene que la del escritor es una tarea así: “Los narradores hacen esto: crean una historia y la gente se reconoce en determinadas páginas”; en una evidente referencia a los retratos que busca hacer su protagonista.
Nos hallamos ante una novela que nos muestra en qué se convierte una persona cuando es escrita. No solo cuando lee. También cuando es escrita y, por tanto, cuando puede ser leída. Y aquí otro giro: los retratos, formidables por el ambiente casi litúrgico en el que han sido concebidos, no pueden ser leídos más que por el retratado. Es la regla. Secreto, sigilo respetuoso: te han escrito el ser, el alma, la vida con que te mueves.
Autocomprensión
Todo parece ser así: un discurso vital. Lo escrito es la parábola perfecta de lo que realmente acontece en la vida de este hombre, el que Mr. Gwyn ha retratado. Mr Gwyn es la expresión de que al lenguaje comprendido se le quedan pequeñas las palabras.
La reacción de los retratados al leerse ya roza el misterio. Toda la fuerza emotiva del discurso, del lenguaje, discurre del silencio de la escritura a la desnudez del asombro. “Entender es una forma de intensidad en la que la superficie de las letras alcanza relieve. Pero lo escrito no solo habla, también confunde”, afirmaba ya Emilio Lledó.
Mr Gwyn también es, por qué no, la constatación de aquella conocida afirmación platónica según la cual lo pensado, ese fruto precioso del “diálogo del alma consigo misma”, va más allá de la mera formulación oral. Muy por encima de lo efímero, la tarea del escribiente conduce a la tarea del pensar. El final de la vida de Jasper Gwyn se convertirá en un paradigma literario: la de la mano creadora que adquiere nuevas y sorprendentes formas de temporalidad.
En el nº 2.840 de Vida Nueva.