PEDRO ALIAGA, trinitario e historiador |
Son las 21 horas del 13-3-2013. Si Jorge Mario Bergoglio estaba entre los papables en 2005, no lo estaba ahora. La página 5 del Corriere della Sera de hoy es buen documento para la historia: el jesuita argentino no está entre los diez favoritos. El domingo pasado fui testigo de las nubes de periodistas que siguieron a Scola, Ouellet y Scherer. Pasaron todos por mi puerta. No me consta que continuaran hasta la iglesia de San Roberto Belarmino, de donde era titular el nuevo papa.
¿Qué designios pueden haber presidido esta elección? Un historiador interpreta lo pasado, según las fuentes; las previsiones nos están vedadas. Simplemente puedo constatar que Francisco tiene todos los ingredientes necesarios para hacer prever un pontificado intenso, de una gran vitalidad. De acciones, gestos y palabras que darán mucho que hablar y que reflexionar.
La biografía de este jesuita es la de una coherencia: con su condición modesta, hijo de una familia de emigrantes piamonteses. Ha sido defensor de los más pobres y vulnerables. Ha escogido el nombre de Francisco de Asís, quien escuchó la voz de Cristo, que le decía: “¡Francisco, repara mi Iglesia, que amenaza ruina!”. Interesante perspectiva en la coyuntura actual, tanto para una Iglesia que necesita credibilidad como para un mundo donde los dramas de la pobreza crecen de forma alarmante, atenazando la esperanza.
Francisco tiene todos los ingredientes necesarios
para hacer prever un pontificado intenso,
de una gran vitalidad. De acciones,
gestos y palabras que darán
mucho que hablar y que reflexionar.
Su voz ha sido fuerte: no parecen importarle las alabanzas ni los temores a la hora de hablar. Posee una más que completa formación intelectual, científica y humanística. Ha acumulado experiencias profundas, de diverso matiz, como profesor, formador, superior de religiosos, párroco y obispo. Su magisterio aúna experiencia de la vida, cercanía a la gente en las calles de la normalidad y rigor intelectual exigente y bien curtido.
Es un hombre de oración. Esta noche ha hecho callar a la Plaza de San Pedro para orar, implorando la bendición de Dios sobre el papa, en un gesto inédito que ha hecho inclinar la cabeza a la cristiandad, ante Dios, junto a Pedro. Ese silencio ha sido algo gigantesco, premonitor de grandes cosas. Lección de fe, en el momento más oportuno. La referencia a María nos asegura corazón, junto a lo razonable y la firmeza de su persona.
Bergoglio, además de arzobispo de Buenos Aires, ha sido ordinario para los fieles de rito oriental. Intuyo que su inteligencia y sensibilidad lo habrán acercado a esa eclesiología de tonos moderados en torno a Roma, tan típica de las Iglesias de oriente.
Esta noche, Francisco se ha referido a sí mismo, sobre todo, como obispo de Roma. Ha hablado, sobre todo, a la Iglesia de Roma. Hay ingredientes para prever grandes cosas en el camino ecuménico. Me gusta imaginarme que los huesos de Olivier Clément se habrán estremecido en su tumba… Su reflexión Rome autrement me ha venido a la cabeza mientras escuchaba a quien se ha presentado al mundo como un humilde obispo.
En el nº 2.840 de Vida Nueva.