Su habilidad en el terreno social y de las relaciones humanas es envidiable
Bergoglio, un pastor cercano a la gente y querido por los fieles [extracto]
PEDRO SIWAK | El cardenal Jorge Mario Bergoglio estuvo quince años al frente de la Archidiócesis de Buenos Aires, la jurisdicción con mayor número de fieles en Argentina. “Esta es una ciudad que de noche tiene tres millones de habitantes y de día ocho”, señaló en algún momento. En ese período tuvo como vecinos en la Casa Rosada a ocho presidentes. Con todos tuvo una relación respetuosa, pero no complaciente. Fue a la Casa Rosada solo para lo estrictamente necesario.
A diferencia de los altos prelados anteriores, Bergoglio no aceptaba la mayoría de invitaciones a actos públicos que recibía. Sin embargo, alentó a participar en política y asumir responsabilidades a quien lo consultaba. De ahí que no faltaron quienes le asignaran un activo rol opositor al Gobierno.
Por su austero despacho recibió las visitas de políticos, sindicalistas, piqueteros, empresarios, dirigentes sectoriales y a gente común que le pedía una audiencia.
Desde que asumió el cargo de arzobispo, intentó mantener su estilo de vida sencillo y austero. Se levantaba a las 4:30, rezaba, leía los diarios y visitaba las parroquias o las “villas miseria”. Viajaba en ómnibus, metro, trenes o a pie. Trataba siempre de responder personalmente a los mensajes que le dejaban en el contestador y a las cartas que le llegaban. Las escribe de puño y letra y en todas pide a quienes le escriben que recen por él.
“Celular no tengo, computadora no sé manejar. Tengo una máquina de escribir Olivetti que compré durante mi estancia en Alemania en una liquidación. Y con eso me arreglo para contestar las cartas. Generalmente escribo todo a mano. Esto no es un desprecio a la tecnología, simplemente que no he tenido tiempo de abocarme a eso”.
Es un apasionado lector de Dostoievski, Borges y autores clásicos. Una característica muy particular es su accesibilidad. Los sacerdotes saben que es imposible no hablar con él, que los recibe a todos, especialmente a los jóvenes, que lo veneran y admiran.
Tiene reparos, en cambio, con los periodistas. No otorga entrevistas. En forma excepcional lo hizo dos veces con la desaparecida revista 30 Días, de Comunión y Liberación, y la última, a una radio de una villa de emergencia que dirige un sacerdote que vive en el lugar.
Con los que sufren
En el ámbito pastoral puso a la Archidiócesis en “estado de asamblea permanente” y siempre se preocupó por la pobreza, la prostitución, la droga y los chicos de la calle.
Con motivo del incendio de la discoteca Cromagnon en 2004, donde murieron 194 jóvenes, ofreció la catedral a los familiares y dispuso que el entonces obispo auxiliar, Jorge Lozano, se ocupara de su atención espiritual. Al cumplirse el aniversario del incendio del taller textil ilegal que causó la muerte de una mujer y cinco chicos, y que sacó a la luz el drama de la explotación laboral, expresó: “En la Buenos Aires de hoy sigue habiendo esclavos”. Lo afirmó durante una misa que ofició en La Alameda, una cooperativa de trabajo que lucha por mejorar las condiciones laborales de los sectores más desprotegidos.
El cardenal acostumbraba también a celebrar misa en el vestíbulo central de la estación ferroviaria Constitución “por una Patria sin esclavos ni excluidos ”. En el lugar existen varios espacios en donde la trata es habitual y es refugio de los chicos de la calle.
“Admiro el trabajo que está realizando el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE); por eso los visité. Es maravillosa la organización y el trabajo que vienen realizando desde hace tanto tiempo. Esto demuestra que, cuando el pueblo se organiza, empieza a redimirse de las peores situaciones, como es la droga”, expresó Bergoglio, luego de la charla con un grupo de cartoneros [buscadores de cartón] cooperativizados. El MTE es un servicio de reciclado del cartón desechado que protege el medio ambiente, además de generar trabajo para los excluidos.
Sergio Sánchez, presidente de la Cooperativa El Amanecer de los Cartoneros, expresó: “Desde que nos organizamos, logramos un incentivo para los cartoneros y los chóferes cobran un sueldo. La guardería para los chicos ha logrado maravillas en nuestros hijos”.
Un centro barrial en la Villa 1-11-14 para la recuperación de jóvenes adictos al paco [droga de bajo coste formada por residuos de cocaína] y una escuela de formación profesional quedaron inaugurados con la presencia de Bergoglio. La iniciativa está a cargo de los llamados curas villeros, una pastoral que en sus inicios no fue bien vista por las autoridades eclesiásticas del momento, y que Bergoglio jerarquizó elevándola a vicaría, ampliando el número de sacerdotes, y a la que realizaba frecuentes visitas para tomar contacto con sus jóvenes clérigos y también con la gente, que se sentía orgullosa de recibir la visita de su pastor.
Bergoglio sobresale más como mente “política”, en su sentido más amplio, que como intelectual. Su habilidad en el terreno social y de las relaciones humanas sería la envidia de cualquier dirigente político. Se considera un ciudadano al que le preocupa la política nacional y porteña. Es un dirigente social que habita en un país fragmentado y con períodos violentos. No sorprende que su fuerte personalidad suscite preocupación en el Gobierno de la nación. Posiblemente sea el adversario más temido, especialmente por su inteligencia.
Respetado por todos
Los comentarios periodísticos coinciden en señalar que Bergoglio está empeñado en democratizar la política argentina, y sus encuentros con los políticos apuntan hacia allí, porque para las actuales autoridades, la democracia no es un objetivo prioritario.
Otra señal del prestigio del que goza se manifestó en el encuentro de obispos latinoamericanos en Aparecida (Brasi), en 2007, al ser elegido por unanimidad presidente de la Comisión de redacción del documento final, la virtual hoja de ruta de la Iglesia latinoamericana para los próximos años. “La Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Aparecida nos llamó a anunciar el Evangelio yendo a buscar a la gente, sin quedarnos sentados en la curia o en la casa parroquial esperando que la gente venga a nosotros”, señaló.
Partiendo de esta premisa, Bergoglio reclamaba a sus sacerdotes que salgan a bautizar. “El niño no tiene ninguna responsabilidad del estado del matrimonio de sus padres. Y, además, suele ocurrir que el bautismo de los niños se convierte también para los padres en un nuevo inicio. A menudo se hace una pequeña catequesis antes del bautismo, de más o menos una hora; luego una catequesis que explica los misterios de los sacramentos durante la liturgia. Luego, los sacerdotes y los laicos van a visitar a estas familias, para seguir con ellos la pastoral posbautismal. Y con frecuencia ocurre que los padres, que no estaban casados por la Iglesia, piden venir frente al altar para celebrar el sacramento del matrimonio”, ha señalado en alguna ocasión el que era cardenal de Buenos Aires y primado de Argentina.
Un cardenal y un rabino
Jorge Bergoglio y Abraham Skorka son amigos. Los dos son hombres que rezan y alaban a Dios. Uno es arzobispo de Buenos Aires; el otro, rabino de la comunidad Benei Tikvá y rector del Seminario Rabínico Latinoamericano. Pero no hablaban solo de teología o del sentido de la vida; conversaban bastante de fútbol. Jorge es del San Lorenzo; Abraham, del River.
Con motivo del año nuevo judío 5765, el cardenal asistió al servicio de selijot (petición de perdón) en la comunidad Benei Tikvá. Fundada por judíos alemanes, la comunidad celebró sus 65 años y todos allí consideraron que la visita de Bergoglio “fue algo histórico”.
Un encuentro ecuménico sin precedentes tuvo lugar en octubre de 2000 en Plaza de Mayo –corazón de la capital porteña– con la concurrencia de unas cinco mil personas y la presencia de las más destacadas personalidades de la Iglesias católica, ortodoxa, anglicana y de evangélicas. Ese encuentro se realizó para celebrar los veinte siglos del nacimiento de Jesús, y cuyo lema era Jesucristo nos une.
En 2005, Bergoglio fue elegido por sus pares para presidir la Conferencia Episcopal Argentina, cargo que ejerció hasta 2011. Allí le tocó el papel de moderador en los debates que surgieron por el tema del matrimonio homosexual. El cardenal supo lograr que los obispos se escucharan y se entablara un debate de buen nivel, a pesar de que no se lograran plenas coincidencias.
Bergoglio alentó a los presidentes de las distintas comisiones episcopales y fortaleció a la Comisión Justicia y Paz, que organizó una serie de foros con dirigentes de distintos sectores, que se desarrollarían en la sede episcopal. La propuesta fue rechazada por algunos obispos señalando que el lugar no era el apropiado, argumento que Bergoglio refutó diciendo que la casa de la Iglesia tenía que ser el ámbito en el que los dirigentes debatieran los problemas que afectaban al futuro del país. Una vez más, evidenció la claridad de sus ideas, que los obispos supieron respetar.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.