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ENTRE PALABRAS: ‘La leyenda de una casa solariega’, de Selma Lagerlöf


La leyenda de una casa solariega, de Selma Lagerlöf

Título: La leyenda de una casa solariega

Autora: Selma Lagerlöf

Editorial: Funambulista, 2013

Ciudad: Madrid

Páginas: 200

ÁLVARO MENÉNDEZ BARTOLOMÉ | Es bueno leer a los clásicos. Siempre lo es. Sin entrar ahora a precisar académicamente qué es un ‘clásico’, puede decirse sin temor alguno que Selma Otilia Lovisa Lagerlöf lo es. Premio Nobel de Literatura en 1909, Selma Lagerlöf (1858-1940) fue la primera mujer en conseguir este reconocimiento por su obra. Entre sus escritos, son conocidos La saga de Gösta Berling, El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia y, por supuesto, Jerusalén, su primer éxito internacional, hasta el punto de hacerla empezar el siglo XX siendo la autora sueca más leída de aquel entonces.

El hogar anhelado

La leyenda de una casa solariega (En herrgårdssägen, 1899) tiene toda la carga afectiva y autobiográfica del lugar familiar de Selma Lagerlöf, Mårbacka, la finca mencionada por Kenzaburó Oé al recoger el Nobel de Literatura. Y del mismo modo que Mårbacka, hoy casa-museo de la autora desde 1942, es el sueño y el sitio del solaz, con todos sus efectos terapéuticos y curativos, la casa de la novela, Munkhyttan, significa el reposo y el anhelo de recuperar el pasado patrimonio de la familia, la tarea de la vida pasada y feliz que el protagonista ha de recobrar.

Elda García Posada, traductora de la edición que comentamos, expone en un hermoso postfacio que “La leyenda de una casa solariega conforma un gran relato sobre la lucha entre el bien y el mal, entre la locura y el arte, entre lo apolíneo y lo dionisiaco; es una recreación del mito de la Bella y la Bestia con resonancias órficas que plantea como tema principal la fuerza curativa y redentora tanto del arte como del amor”.

Selma Lagerlöf, Premio Nobel de LiteraturaExcelente síntesis. Hay dentro de todo ello, también, otras claves de lectura: la recuperación de la memoria y, con ella, la pauta del perdón y de la reconciliación con uno mismo y con todo lo demás. Una pareja va a sostener el peso de la historia: Gunnar Hede e Ingrid Berg. Es en su relación donde debe madurar esa doble clave.

“Los que tienen el miedo metido en el alma no pueden razonar (…). El miedo es una cosa difícil, una pesada carga para aquellos en los que habita”, de manera que el principio de la locura, de lo irracional, nace con el anidamiento del miedo en el alma. El miedo a la vida, el miedo a ser feliz junto a un ser humano, junto a una persona viva. Por eso la demencia es la muerte expresada como pérdida del yo personal. La demencia, la locura y el olvido.

En Gunnar Hede todo ello irá a la par. Como sin memoria es imposible saber qué ha de hacer uno, imposible conocerse, saberse. El inicio del proceso del olvido lleva a la locura, y así Gunnar pierde la conciencia de sí, de tal manera que también comienza por olvidar la casa paterna, Munkhyttan. Es fácil comprender, leyendo La leyenda de una casa solariega, que el daño de la memoria conduce a la pérdida de la propia identidad. Buena definición de la locura.

A quien nadie ama…

Ingrid… Es necesario que la vida consista en hallar la propia identidad en la tarea del amor, en conseguir hacerse querer, pues aquel a quien nadie ama, es decir, aquel que no ha amado lo bastante como para hacerse amable, no tiene derecho a vivir, piensa Ingrid. ‘No he sido lo suficientemente buena como para ser amada’: ese es el castigo que se autoimpone.

Si la lucha de Gunnar se da en la pérdida de su yo y, por ende, en su locura, la batalla de Ingrid se ofrece en el hecho de amar gratuitamente y sin egoísmo. “Nadie podía imaginarse lo capaz que era de luchar y de dejarse la piel por alguien que la quisiera. Por esa persona, ella aguantaría todas las penalidades, la enfermedad, el desprecio y la pobreza”.

La locura plantea el dilema: o desprecio o amor sincero. La recuperación de la propia vida pasa por recuperar la conciencia del bien que reside en la verdad de la persona. Gunnar sufre el desprecio del loco. Todos se mofan. Ni siquiera es odio: es burla y mueca transida. Él es el vendedor de chatarra que olvidó quién fue.

La búsqueda del amor en los lugares del pasado irá reconstruyéndolo todo, y aquí el arte de la música, aplicado como una medicina, tendrá una de las imágenes simbólicas más fuertes de la novela. La memoria supone traer la tragedia, también, del crudo desprecio sufrido: hay que aceptar nuestra miseria, todo lo débil. Es aquí cuando uno quiere volver a la locura, esta vez por cobardía, por no arrostrar la verdad del amor que rescata –Ingrid, Munkhyttan−; y es aquí también cuando puede comenzar la aceptación de todo lo que uno es, ‘la aceptación de sí mismo’ que diría Guardini.

Recordar es trágico, pero conduce a la verdad. La leyenda adquiere entonces toda su fuerza: legenda es ‘lo que debe ser leído’.

En el nº 2.845 de Vida Nueva.

Actualizado
25/04/2013 | 08:30
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